Estudios y reflexiones desde entornos latinoamericanos

74 Si bien la lectura de los triángulos actanciales es propuesta por Ubersfeld (1993), la descripción de Fernando de Toro (2014) parece más pertinente, pues agrega la flecha del deseo, la cual “ orienta la acción del sujeto y fija la función del oponente — y ayudante — , puede manifestarse de formas diferentes dependiendo de su relación con el sujeto o con el objeto ” (pp.210-211). Igualmente, complementa las descripciones de la acción del sujeto y sus relaciones, en términos ideológicos y psicológicos, al incluir la dirección de los vectores (De Toro, 2014). Así, en el caso del triángulo ideológico, en consonancia con Ubersfeld (1993), considera que cuando la dirección del vector está orientada del Sujeto al Destinatario, se habla de un beneficio colectivo; en cambio, si la dirección va del Destinatario al Sujeto, corresponde a un beneficio individual. Estas herramientas teóricas permiten exponer al ritual amarre como un relato, describir sus elementos y relaciones, así como establecer una gramática de las acciones. El análisis de la estructura narrativa ayuda a describir al proceso del amarre como un texto espectacular, en el cual se observan comportamientos de los agentes involucrados en el ritual, a través de las acciones de los actantes. También, a partir de dichos comportamientos se pueden inferir concepciones que motivan las acciones de los actantes y los beneficios esperados. En este sentido, se parte del supuesto de que el amarre puede entenderse como una narración que se subordina y deriva de la estructura de la santería, ya que hay personajes que se relacionan en tiempo, espacio y acciones, ejecutando “ estrategias discursivas para presentarnos algo como verdadero o como falso, como objeto de mentira o de reticencia, como objeto de creencia o como proposición afirmada para ‘ hacer creer ’ o para ‘ hacer hacer ’” (Eco, 1993, p. 260). Como se ha mencionado, las reglas de las prácticas y creencias pueden observarse a través de configuraciones sígnicas, ya que dan cuenta de los efectos del signo en los agentes que le dan sentido. En consecuencia, realizar sólo un análisis estructural no es suficiente, a pesar de que permite visualizar los elementos de la estructura del ritual en términos de tiempo, espacio, acciones entre los actantes involucrados y, así, inferir su lógica. Sin embargo, el modelo actancial no alcanza a mostrar — en términos pragmáticos — las inferencias de significado que propician esas acciones, pues de acuerdo con Peirce, el hábito establece la lógica del razonamiento que determina las acciones (Peirce, 2012, vol. 1, p. 160). Para atender el anterior problema, es necesario analizar de qué manera el amarre logra constituirse como un signo, en términos comunicativos, a través de la cooperación interpretativa (Eco, 1993). Esta última es un proceso de intercambio sígnico en el que se

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=