Estudios y reflexiones desde entornos latinoamericanos
63 sus condiciones esenciales, en particular, su marginalidad, y a veces también su anonimato, para quedarse solamente con su forma visual. Por su parte, el campo del arte decidió hace ya décadas que el grafiti tenía los suficientes méritos estéticos para ser considerado como una mercancía valiosa. Las redes sociales, y en particular Instagram , han dado nuevos espacios de circulación al grafiti y han reforzado su consideración como obra artística. La cercanía del grafiti mural o de la pieza bomba al arte urbano ha facilitado su ingreso al campo del arte (y a su mercado). Despojado de su marginalidad al ser integrado en las matrices de las políticas públicas y del capital, el grafiti se vuelve espectáculo hueco: mera forma visual vaciada de las implicancias diferenciales que le dan identidad a su semiosis social y cultural. Al ser sustraído de los territorios en los que actuaba y de los paisajes con los que disputaba la atención de los transeúntes y habitantes de la ciudad, el grafiti pierde su subjetividad social, para dar lugar solo a la expresión de una subjetividad creativa (el grafitero como artista). Aquí se presenta el problema no menor de la autoría. Conceptualmente la identidad del grafiti como obra visual no representa grandes desafíos (ya que no es ajeno a las consideraciones de técnica, estilo y forma). Por otro lado, las dificultades derivadas de la pertenencia del grafiti al espacio público ya han sido resueltas por el arte urbano (y su capitalización en el mercado del arte). El reto que presenta el grafiti al campo del arte no radica entonces en su configuración visual o en su adherencia a las superficies exteriores. El problema propio del grafiti como textualidad apropiable por parte del mercado del arte es su (tradicional) anonimato. Si bien la firma es habitual en muchas de las formas textuales del grafiti (desde la leyenda, pasando por el mural y llegando a la pieza bomba o a la imagen crítica), su autor (ya sea individual o grupal, esto es, la crew o el colectivo grafitero) no siempre es identificable. No obstante, como lo muestran ejemplos recientes (la creciente comercialización del trabajo de Banksy es un caso paradigmático en esta tendencia), el mercado del arte ha demostrado mucha creatividad en sus formas de captación y capitalización de las expresiones urbanas de anonimato relativo (existe un autor declarado, Banksy, por ejemplo, pero no un autor empírico fácilmente localizable; el autor enunciado y el autor enunciativo aparecen distanciados en su fenomenología). En muchos sentidos, a través del reconocimiento de la autoría artística, el mercado del arte otorga identidad nominal (por lo tanto, registrable y registrada) a productos culturales (los grafitis) cuya potencia revulsiva radica precisamente,
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