Estudios y reflexiones desde entornos latinoamericanos
60 ciudad. Hasta el marketing contribuye a la visualidad urbana, a través del ataque desbordado y desbordante de las publicidades y las marquesinas (Danta, 2013). Este es el mundo físico en el que habitamos (Heidegger, 1994), un mundo visual a través del cual experimentamos el mundo espacial en que se mueven nuestros cuerpos y nuestra subjetividad. La visualidad urbana nos rodea y nos atraviesa. Su forma privilegiada es el paisaje (Nogué, 2011), esto es, un conjunto de signos visuales que dan imagen a la ciudad y están ordenados según un punto de vista definido. Habitar la ciudad es un estar en la ciudad, lo que implica necesariamente un ver la ciudad. Y siempre vemos desde un lugar específico. El punto de vista del paisaje no es solo físico (el sujeto está parado en determinado lugar, y el horizonte está constituido por el alcance de su vista). El punto de vista del paisaje también es relativo a la subjetividad del que mira. El paisaje es resultado de la acción de un punto de vista, y la subjetividad es un punto de vista en acción. La conclusión obvia es que todo paisaje es un texto producido por la acción de subjetividades. Lugar físico y lugar subjetivo se integran en una mirada que siempre es panorámica y (tradicionalmente) apaisada, aunque el paisaje no es solo una imagen dotada de perspectiva. El paisaje, en tanto textualidad, es una manera de entender el mundo, y por lo tanto suele estar regulada social e históricamente. No podría ser de otro modo, en tanto forma parte del repertorio codificado de la visualidad. En ese sentido, el paisaje es una productividad semiótica que promueve subjetividades privilegiadas en detrimento de subjetividades idiosincrásicas. Es decir, responde a los regímenes escópicos urbanos. Ahora, como toda semiosis, la productividad cultural del paisaje puede eventualmente ser aprovechada por voluntades irreverentes que desafían las regulaciones sociales (los regímenes escópicos vigentes). En tanto dispositivo de sentido, el paisaje (entendido como textualidad y no como texto; es decir, como productividad y no como producto) es una práctica que puede ser apropiada para producir paisajes diferenciales. Como textos opositores a las formas de la visualidad imperantes en una sociedad, hay textualidades visuales que cuestionan la normalización de las subjetividades sancionadas en el espacio urbano y sus territorios. Pero, ¿cuáles son las prácticas visuales que pueden gestar estos textos antagonistas? El grafiti y los paisajes urbanos
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