Estudios y reflexiones desde entornos latinoamericanos

36 diálogos de ese personaje de una forma más humana. En la obra El bien y el mal aconsejado, que representa la moralidad francesa del siglo XV, los personajes como la Fe, la Confesión y la Humildad, así como la Rebelión, la Locura y la Lujuria, no pierden nunca su identidad marcadamente antropomorfa en el amplio sentido del término, no es solo su aspecto material, sino también su aspecto discursivo y sus acciones lo que les define y, me parece, que no se debe confundir el hecho que representen valores abstractos con que se manifiesten de forma concreta, con opiniones y formas emotivas, racionales también, de exponer su personalidad. Tampoco se pierden estas características en la tragedia griega, es cierto que no podemos hablar de personajes complejos allí, al menos no en el sentido de una versión psicologista de los mismos, si bien Edipo vive una peripecia que produce un giro completo en su vida, en términos morales sigue siendo el mismo, lo que no quita que esté caracterizado como una persona con emociones, valores y rasgos que lo humanizan, ¿no es acaso Antígona quién se queja, de camino a su condena, que no obtendrá los placeres del himeneo y que está hecha para el amor y no para la muerte? Sin embargo – y en este trabajo pretendo demostrar al menos uno de los ingredientes a través de los cuales se logra – esto es parte de la administración de los elementos creativos y representacionales de la dramaturgia y no la exposición de seres empíricos. Terry Eagleton, en Cómo leer literatura (2016) en el capítulo que destina a los personajes, dice: Una de las maneras más habituales de pasar por alto el carácter literario de una novela u obra de teatro consiste en tratar a sus personajes como si fueran personas reales. En cierto sentido, no hay duda de que es inevitable. Si describimos a Lear como un maltratador irascible que se engaña a sí mismo, será ineludible que nos recuerde a los magnates modernos de la prensa. (p. 59) En efecto, aunque Eagleton está pensando en literatura, la idea es válida aquí también para el teatro, pues sucede que la construcción dramatúrgica y su aplicación en escena tienden, probablemente por su naturaleza misma, a opacar frente al público, los resortes que permiten su desarrollo y articulación en el sistema mimético al que pertenecen. Tal vez, lo primero que debemos pensar es que los personajes no tienen una existencia fuera de la obra. Son sujetos que tributan a la obra y están atrapados en ella. Hamlet puede tener una existencia más allá de Hamlet príncipe de Dinamarca como fenómeno cultural o alguien puede escribir otra obra, cuyo personaje central o secundario sea Hamlet, tomando

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