Estudios y reflexiones desde entornos latinoamericanos
30 Llueve en la ciudad. Llueve en el poema. El anciano escribe. (p.26) Un puente metafórico de lluvia une la ciudad del país donde el anciano escribe con la geografía que es el poema mismo. Esto convierte la estructura del poema-ciudad en un universo cuya dinámica interna absorbe y le da sentido a las referencias sobre la ciudad real: o dicho de otro modo, la realidad referida es reconstruida en ese mapa imaginario que es el poema, desde la perspectiva inmediata, verosímil, de una figura que es a la vez el cronista de la ciudad (el que reúne la información factual de los hechos que aparecen en el mundo) y el que formula su sentido (a través de una escritura que es, básicamente, producción mimética). Amanece. Se abre el poema. Las aves abren las alas. Las aves abren el pico. Cantan los gallos. Se abren las flores. Se abren los ojos. Los oídos se abren. La ciudad despierta. La ciudad se levanta. Se abren llaves. El agua corre. (Millán, 1979, p. 9) La ciudad como umbral La ciudad es un tema, un motivo y un verdadero trayecto de sentido en distintos dominios, orientaciones y ámbitos disciplinarios. Si observamos las formas de habitar y la conciencia de los propios citadinos, podemos aventurar algunas conclusiones provisorias a nuestro breve escarceo. Por ejemplo, aventurar que la ciudad es una suerte de extensión de las prácticas sociales y, por ende, un factor que define las subjetividades de quienes articulan el discurso social. La ciudad se vive y se narra como deseo, afectación y memoria.
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