Estudios y reflexiones desde entornos latinoamericanos
27 estudian en la Facultad más cercana. El antiguo barrio rojo, que devino pronto en una concentración prolífica de moteles a bajo precio, hoy es un barrio apetecido por jóvenes universitarios. El casco histórico es, en cambio, el barrio preferido de los inmigrantes. Una suerte de polifonía fonética recorre el centro de Santiago de Chile; el ritmo del vals peruano ha cedido protagonismo a la cultura llanera; otro tanto de haitianos ha creolizado el ritmo de la calle, envuelto ahora en un cruce prodigioso de rituales domésticos. Esa densa capa de lenguajes superpuestos, su sonoridad en explosión, configura la dimensión erótica de la cual nos habla el autor de Mitologías (Barthes, 2003) para establecer la relación entre un sistema semiológico primario y otro secundario, en el cual la lengua sirve para hablar de otro significado, dado a partir del habla mítica entendida como el uso social, las connotaciones ideológicas derivadas de su puesta en discurso. Erotismo entendido como socialidad, y no lugar de placer en tanto mistificación del denominado funcionalismo urbano, es la acepción con que trabaja Barthes (1993) para dar cuenta de la ciudad como espacio de encuentro con el otro. Hablar indistintamente de erotismo o socialidad supone desafiar el significado ya establecido, concediendo una nueva acepción a la idea de la reunión de alteridades: Yo utilizo indiferentemente erotismo o socialidad . La ciudad, esencial y semánticamente, es el lugar de encuentro con el otro, y por esta razón el centro es el punto de reunión de toda ciudad [ … ] El centro de la ciudad es vivido siempre como el espacio donde actúan y se encuentran fuerzas de ruptura, fuerzas lúdicas. (pp. 264- 265) Las inevitables zonas de convergencia entre empleados de tiendas comerciales, clientes obsesivos y viandantes sistemáticos – no necesariamente turistas o sujetos depresivos a la deriva- produce encuentros a veces inéditos, como por ejemplo una delegación de estudiantes que visita por primera vez el centro y descubre los puestos de comida que predominan cerca de los peatonales que convergen en la plaza de armas. Ese encuentro casual, producto de una visita al Museo de Arte Precolombino, puede abrir espacios inéditos para un imaginario adolescente, habituado a otros lugares donde no es común ver ni oír ese tráfago de identidades y acentos. El erotismo supondría exponerse a una experiencia de cambio, asumiendo que en este tipo de encuentros es imposible no sorprenderse con la novedad del
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