Estudios y reflexiones desde entornos latinoamericanos
17 prostitución o al servicio doméstico, ser inmigrante latinoamericano es ser potencial vendedor de droga y ser inmigrante del mundo árabe es ser terrorista; ser hippie es ser mugriento; ser artesano es ser vago, ser travesti es ser prostituta, etc. Resultado de estos estereotipos es que cualquier sujeto de clase media que vive en una ciudad medianamente grande, en la Argentina, para ir a trabajar, para organizar una fiesta en su casa, para salir con los amigos, para mandar a sus hijos a la escuela, para hacer un depósito o retiro de dinero en el banco o en el cajero, etc etc. se comporta más allá de su personalidad individual, como un sujeto atravesado por el miedo a los otros. Este temor hace que se retiren del espacio común y se refugien en las relaciones familiares, los grupos cerrados y las zonas de pertenencia clasista ( countries , clubes, bares exclusivos) consolidando un estado afectivo donde prima el individualismo y el mundo privado. Como dicen Patrick Boucheron y Corey Robin (2016), “ el miedo divide y ese principio de división, en realidad, está en el centro del funcionamiento democrático ” (p. 42). En este momento (vuelvo a recordar, agosto de 1919), podemos hablar de una sociedad especializada de manera dominante en un tipo de miedo al que se denomina inseguridad : un temor construido y altamente selectivo que comunica (en su sustento cognitivo e ideológico) una estratificación económica y de clases, una construcción jurídica, un ejercicio del poder punitivo y un aprovechamiento político cuyo trasfondo es un deseo de “ orden ” que hace depositar en otros altas dosis de peligro y desconfianza. Pensar el miedo como emoción social significa inscribirlo necesariamente en una diferencia cultural. El miedo salta a la esfera pública (en el sentido habermasiano de la categoría teórica) como inseguridad , como repositorio de ideas que se imponen en este momento en el debate político. Deja leer formas de violencia donde lo que queda entredicho (o sea se da por sobreentendido o no se discute) es quién puede ser sujeto de derechos: cómo se nombra o muestra qué es lo normal (o normalizado), qué es una sociedad del orden y qué debe quedar fuera de la frontera semiótica, entendida ésta no como lugar de traducciones posibles, sino como terreno de malentendidos, disputas, conflictos y exclusiones. En este sentido, Emma León (2011) nos dice: “ Más que una reacción orgánica, un sentimiento a secas, el miedo es un dispositivo generador de sentido para ordenar el mundo; puede devenir en clima, fondo o figura dentro de los procesos de percepción social y de las estructuras de sensibilidad ” (p. 230). Del lenguaje
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