Estudios y reflexiones desde entornos latinoamericanos
163 Peter Torop (2002) considera que la transformación de significados implica que la cultura se encuentra en estado permanente de traducción; por lo que la cultura es un sistema dinámico en permanente cambio. Si aceptamos esta caracterización de la cultura, resulta evidente afirmar que no hay una correspondencia estable y determinada entre los contenidos de diferentes sistemas semióticos que están en mutua relación. Pues ciertamente dichas relaciones van transformándose en lapsos espacio-temporales distintos. Pero, más aún, asumir la idea de correspondencia entre significados de sistemas diferentes conlleva suponer que existe una relación bicondicional entre dichos significados y sistemas. Por supuesto, esta última es una afirmación bastante ingenua: pues basta pensar que en una traducción de sistemas semióticos complejos (como la relación literatura-cine) las formas y sustancias de un sistema no implican mutuamente los elementos de otro sistema (por ejemplo, la fotografía del lenguaje cinematográfico y música del lenguaje cinematográfico no tienen correspondencia en la estructura discursiva de la literatura). Si bien, como acepta el propio Fabbri (1998, pp. 140 y ss.), el límite de la traducción está en la diversidad de materia expresiva; empero, dicha diversidad permite un doble mecanismo: por un lado, se pierden necesariamente unidades de contenido, pero, por otro, se abren puentes semióticos que permiten incrementar progresivamente significados que enriquecen la versión original traducida. Esto, sin duda, es una manifestación concreta de un proceso de semiosis que permite enriquecer las creencias y hábitos de las comunidades en su relación de intercambio cultural. No obstante, también es necesario hacer una evaluación de la solución semiótica. La semiótica cognitiva parece tener un punto relevante al considerar las competencias intersemióticas como condición necesaria del proceso de traducción. Sin embargo, pese a que la intuición resulta teóricamente plausible, en todo caso necesita suponer las condiciones específicas de un conjunto de intérpretes para que el argumento tenga validez. En otras palabras, resulta insuficiente hablar de “ competencias ” a nivel teórico si no se acotan las mismas a un campo de aplicación específica dentro de una comunidad determinada. Por otra parte, esta postura cognitiva de la traducción nos obliga a reducir el proceso a una especie de variante idealista: a saber, nos lleva a considerar las condiciones metafísicas que deben ocurrir en la estructura de la mente del sujeto para que se realice el proceso. A fin de cuentas, no queda clara la naturaleza de dichas competencias (si son de carácter neurológico, esencialista, ontológico, convencionales, etc.).
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