Estudios y reflexiones desde entornos latinoamericanos

152 que se derivan de cada lenguaje no sólo resultan diferentes, sino además intraducibles. Pese a que Sapir y Whorf admiten la posibilidad de préstamos lingüísticos en la relación entre lenguajes; empero esto no implica una equivalencia en el contenido de los términos, más bien una equivalencia formal en el uso de las palabras en determinados contextos. Por eso, dado que cada lenguaje implica una visión específica del mundo, entonces cada lenguaje establece un contenido semántico y ontológico que refiere experiencias físicas y sociales específicas que no pueden ser traducidas por otro lenguaje. Esto permite afirmar que cada lenguaje establece un modelo del mundo circunscrito a un entorno empírico concreto. Las implicaciones antropológicas y filosóficas de la hipótesis Sapir-Whorf han sido ampliamente debatidas a finales del siglo XX. Algunos críticos de este planteamiento, como A. Schaff (1967), parten de una postura materialista para definir como metafísica la correlación entre lenguaje-mente-cultura, pues no hay evidencia científica observable que justifique dicha relación. En este sentido, filósofos como Max Black (1986, p. 53 y ss.) muestran, desde un enfoque analítico, los cuestionamientos inherentes de la hipótesis al sostener una “ significación metafísica ” : es decir, expone el problema ontológico que se deriva de asumir el funcionamiento regular del lenguaje a partir de la observación empírica del habla. Esto último lleva al investigador a suponer, sin criterios pertinentes, la idea de un sistema de lenguaje sintácticamente regular y semánticamente determinado. Ambas críticas coinciden en reconocer en la observación del habla (o, si se quiere, prácticas lingüísticas) un criterio insuficiente para demostrar la significación de un lenguaje. A pesar de los cuestionamientos señalados por Black, puede ser el caso que resulte plausible considerar una postura conductista para estudiar el fenómeno de la traducción, a partir de la observación de los comportamientos lingüísticos de los hablantes. En efecto, si en términos analíticos el problema de la traducción está vinculado con la identidad y acceso al significado de los signos, entonces hay dos caminos relevantes para responder a tal predicamento: por un lado, se puede tomar una postura neoplatónica o fregeana, y asumir que los significados son entidades universales y objetivas que subyacen a todo lenguaje. En esta perspectiva, la traducción supondría la búsqueda de equivalencias entre términos y enunciados de lenguajes diferentes. Por otro lado, está la opción conductista, en la cual se puede acceder a los significados dentro de un lenguaje desconocido a partir de la observación de estímulos y regularidades dentro del comportamiento lingüístico de los hablantes. El primer enfoque ha sido ampliamente cuestionado, incluso en el campo de los lenguajes formales. La misma hipótesis Sapir-Whorf postularía diversos contraejemplos en

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