Estudios y reflexiones desde entornos latinoamericanos
151 De ahí que la función principal del lenguaje está en establecer las condiciones generales que posibilitan la comunicación entre los miembros de una cultura. El lenguaje permite, en esta dirección, superar el sesgo de las experiencias individuales y construir un campo de experiencias generales susceptibles de ser compartidas. En consecuencia “ toda comunicación voluntaria de ideas, prescindiendo del habla normal, es una transferencia, directa o indirecta, del simbolismo típico del lenguaje hablado u oído, o que [ … ] supone la intervención de un simbolismo auténticamente lingüístico ” (Sapir, 1954, p. 29). Esta transferencia es posible porque, a fin de cuentas, el carácter fundamental del lenguaje es la clasificación de los datos de la experiencia: es decir, la asociación de elementos, el establecimiento de formas y las relaciones entre conceptos. En este proceso de transferencia, el lenguaje verbal constituye el principio de asociación a través del cual identificamos, clasificamos y determinamos las experiencias físicas y sociales. En esto radica la fuerza de la hipótesis Sapir-Whorf: el lenguaje es el molde del pensamiento que determina una visión específica del mundo. Este sistema modelizante está conformado por un vocabulario que refleja el vínculo de los hablantes con su entorno (social y físico), y constituye el medio a través del cual se expresan ideas, pensamientos y sentimientos. En este sentido, la hipótesis adquiere su forma más determinante, al afirmar que “ el lenguaje posee la cualidad de descomponer la experiencia en elementos teóricamente separables y crea ese mundo, un mundo del paso potencial gradual a la realidad, que pone a los hombres en situación de trascendentalizar la experiencia individual ” (Sapir, 1967, p. 101- 102). La superación de la experiencia individual hacia la experiencia colectiva permite la comprensión mutua entre hablantes de un mismo lenguaje y, para Sapir, es esta comprensión intersubjetiva la que constituye una cultura. No obstante, este argumento nos lleva a deducir un problema relevante en términos de la traducción entre lenguajes: si cada pensamiento es un pensamiento en el lenguaje, y el lenguaje implica un modo de ver el mundo; entonces, la expresión (E) de un lenguaje (S) resulta incomprensible desde el pensamiento condicionado por un lenguaje (S1). Esta incomprensibilidad puede entenderse aquí como imposibilidad de traducción a nivel semántico: es decir, que el contenido referencial de los términos de un lenguaje (S), no tiene equivalencia dentro del campo semántico de los términos del lenguaje (S1). Esto nos permite afirmar que los objetos de conocimiento que cada lenguaje constituye no son semánticamente equivalentes y, por eso mismo, los modos de pensamiento
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