Estudios y reflexiones desde entornos latinoamericanos
126 los que no se apuntaba, ni estaban previstos. Ni libremente elegido, ni impuesto a la sociedad considerada [...] el simbolismo a la vez determina unos aspectos de la vida y de la sociedad (y no solamente aquéllos que se suponía que determinaba) y está lleno de intersticios y grados de libertad. (p.41) El entorno simbólico precede al individuo y constituye toda una matriz de sentido que le ofrece a aquel razones legítimas para su accionar en un marco de posibilidades. Y aunque está abierto a prácticas radicales de transformación, toda transformación recurre a “ las ruinas de los edificios simbólicos precedentes y utiliza los materiales de éstos ” (Castoriadis, 1975, p.39). Cabe hablar entonces de un imaginario instituido, cercano a la categoría perceana de lo simbólico; y un imaginario instituyente, más vinculado a la labor icónica. El imaginario social instituido se entiende entonces como un vasto repositorio de significación común, constituido por representaciones a partir de las que una sociedad organiza su entorno de producción de sentido, sus valoraciones y su identidad. Según Castoriadis (1975), lo que mantiene unida a una sociedad es la cohesión de su mundo de sentido, un “ magma de significaciones imaginarias sociales, organizado así y de ninguna otra manera ” (pp.55-56). Tal como explica Benedict Anderson (1983), referencia inevitable al hablar de imaginarios, en las sociedades medievales la unión común residía en un supuesto enlace trascendental, bajo una cosmovisión de estricta verticalidad. El orden moral premoderno estaba organizado conforme a una fuerte jerarquización que “ expresa y se corresponde con la jerarquía en el cosmos ” (Taylor, 2002, p.94). Estas comunidades religiosas son el antecedente histórico del que surgen luego, como efecto de la creciente autonomía y horizontalidad que supuso la secularización moderna, las naciones. En la gestación de las naciones del siglo XIX, Anderson (1983) repara en la importancia de aquellos elementos compartidos que forjaron la noción de simultaneidad temporal como la práctica ritualizada de cantar himnos, esa "extraordinaria ceremonia masiva" (p. 35). Anderson afirma que los medios de comunicación (la prensa, en particular) fueron determinantes para poder imaginar la nación pues ayudaron a pensar los límites dentro de los que una comunidad ejerce su soberanía. Impulsada por la formalización de lenguas nacionales, la lectura diaria de periódicos (formas institucionales propias de lo que el autor llamó “ capitalismo impreso ” ) permitió la generación de una comunidad de lectores conscientes de la existencia simultánea de pares anónimos. Anderson acuña el término
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=