Estudios y reflexiones desde entornos latinoamericanos

110 Podemos observar que el territorio puede operar como una categoría desde la cual los sujetos se posicionan para decir. Los territorios diversos, así como las identidades, se analizan en los discursos como condiciones de producción, al decir de Verón (1987), que anclan a un lugar-espacio de pertenencia y que conforman un lugar del decir muy importante. En este caso la escuela, como espacio de pertenencia y la localización de la escuela en un barrio, en una zona, ha operado muy fuertemente en las producciones de los jóvenes. En nuestro escenario de investigación pensamos cómo se articula lo histórico-social en lo singular, en lo irrepetible, cómo se inmiscuye lo ajeno en lo propio y lo propio en lo ajeno. El vaivén entre la singularidad y la alteridad, lo arcaico y sus efectos en la actualidad trazan los avatares que conducen a los sujetos a conquistar subjetivamente los espacios: la territorialidad subjetiva (Verón: 2001, p. 40). El análisis: posicionamientos y retóricas Filnich (2014) dice que al centrar la atención en las formas variadas que asume el proceso de enunciación se evidencia la relevancia de atender en el análisis de textos, a esta dimensión enunciativa que pone en tensión el carácter singular de cada acto enunciativo y el universo plural de prácticas discursivas convocadas o revocadas por la enunciación (p.18). Identificamos cuatro posicionamientos discursivos que se solapan y se superponen, conformando diversos procedimientos de composición del relato que constituyen orientaciones de interpretación. 1. Posicionamientos territoriales: Topografías significativas Un ingrediente clave de esta trama cultural desde la cual los jóvenes negocian cotidianamente con la violencia es la fuerte articulación entre memoria y territorio. Los lugares, el barrio, la escuela, la calle operan como destacadores de recuerdos. Las prácticas de memoria crean conexión entre diversos lugares (Riaño Alcalá 2006, p. 14). La segregación residencial vinculada a políticas estatales de seguridad lejos de constituir una política a favor de los ciudadanos, se traduce en la práctica en una estigmatización de los habitantes de las áreas segregadas. (Valdés 2013, p. 189). Los mapas del barrio pueden ser de la memoria, de las proyecciones futuras, de lo que tenemos y de aquello que nos falta. Este mapeo abre la posibilidad de un conocimiento crítico sobre diversas realidades a partir de la memoria cotidiana y los saberes no especializados. Nos

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