Migraciones transnacionales: inclusiones diferenciales y posibilidades de reconocimiento

Intervención social con migrantes en zonas extremas – 47 mento técnico esencial, los dispositivos de seguridad” (Foucault ,1999, p. 195). En ese sentido, Van Dijk (2006) destaca que estas formas de dominación han derivado en que una mayoría –a veces minoría– blanca, domine a minorías no blancas ni occidentales. En este sentido, el autor plantea que “la gente dis- crimina a los demás porque cree que los otros son de alguna manera inferiores, tienen menos derechos” (Van Dijk, 2006, p. 18). Esta creencia, enraizada en pre- juicios y que se ejecuta a través de procesos de discriminación, también se puede evidenciar en estructuras institucionales, lo que se ha llamado racismo institu- cional. Este racismo refiere a las prácticas y discursos que se usan para describir los intereses, acciones y mecanismos de exclusión de los grupos racialmente do- minantes (Pace y Lima, 2011). Con todo, es importante visualizar cómo las prác- ticas racistas afectan la accesibilidad y permanencia de ciertos sectores étnicos o migrantes en espacios públicos. Territorialidad, inmigración e interseccionalidad Como señala Yufra (2017) se debe considerar que la movilidad transnacional transita entre cambios principalmente territoriales, tanto para los espacios de origen como para los espacios de asentamiento de las personas migradas. Por tanto, analizar las migraciones en relación a los sistemas de intervención que se despliegan, implica a la vez considerar las variables territoriales que se ponen en juego, sobre todo por la funcionalidad y la significación que estos espacios ad- quieren, en tanto las personas migradas desarrollan una construcción y apropia- ción territorial particular (Cortes y Faret, 2009) y su presencia pone en cuestión la lógica de las políticas públicas a nivel local (Galaz, Poblete y Frías, 2017). Los movimientos trasnacionales se vinculan a las lógicas globalizadoras del sistema-capital, pero, además, en estos procesos se exponen más evidentemen- te cómo las poblaciones intensifican su fragmentación socio-espacial (Sassen, 2013). Estos movimientos, tanto a escala global como local, quedan a merced de una actualización de desigualdades socioeconómicas, incidiendo a su vez en las posibilidades de instalación de las personas que migran. Como señalan Margarit y Galaz (2018), estas fragmentaciones socio-espaciales afectan a ciertos colectivos inmigrados diferenciadamente respecto de los nacionales. Los territo- rios donde se asienta principalmente la población migrada están afectados por factores físicos, económicos y político-sociales que permiten una dinámica de inclusión-exclusión, pero no sólo en las grandes ciudades con alta concentra- ción de población migrante, sino también en zonas aisladas con debilidades en la cobertura de ciertas políticas públicas. Cabe señalar que las zonas extremas

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=