Migraciones transnacionales: inclusiones diferenciales y posibilidades de reconocimiento

La música migrante y la movilidad artística en el paisaje sonoro – 295 sonora? y ¿por qué es imprescindible analizar las sonoridades del paisaje para abordar el estudio de la música en su conjunto? 4 Precisando una de las definiciones de paisaje sonoro podemos evocar la defi- nición de Candau y Le Godinec (2013, p. 19): “Llamemos paisaje sonoro a todo conjunto de estímulos auditivos percibi- dos como tales, es decir, percibidos como una totalidad dotada de una esencia (en este asunto poco importa si ésta es real o imaginaria) y de la cual la represen- tación mental, es traducida por el lenguaje con expresiones tales como “medio sonoro”, “medio ambiente sonoro” “entorno acústico”. La sonoridad ha acompañado al hombre en la prolongación de su historia; somos portadores, productores y perceptores de sonidos, con lo cual expresamos nuestro pensamiento y elementos de nuestra identidad más profunda. El entor- no sonoro nos muestra diversas facetas de la cultura, es vehículo de información privilegiada de un pueblo que mediante cantos, refranes, adivinanzas y sonidos urbanos o ecológicos construyen parte de sus formas de reconocimiento. Murray Schafer (1977) nos señala que las personas proyectan el eco de sus propios pai- sajes sonoros a través del lenguaje y de la música. Dichos paisajes sonoros de una región del planeta determinada han sido asimilados, cultivados y reproducidos durante décadas o siglos en las regiones más diversas. Además, los paisajes sonoros y las especificidades acústicas, como la músi- ca, el sonido o el lenguaje, se nos presentan no solamente como parte del goce musical humano, sino que los sonidos, además de evocar estados de profunda alegría o algarabía, entre otros, también son portadores de diversos afectos gene- rados por una memoria colectiva que invoca distintas facetas de la identidad de un pueblo. Dicha identidad sonora, por consecuencia, está íntimamente ligada tanto a la impronta sonora arcaica, como al cúmulo de imágenes acústicas con- temporáneas que surcan vertiginosamente nuestros circuitos mediáticos en una modernidad desbordada y que en las últimas décadas ha mostrado una tendencia a vulgarizar y sobretodo banalizar la información de carácter visual y auditivo. Sin embargo, contrariamente a las sociedades de nomadismo auditivo mo- 4 En cuanto al estudio del paisaje sonoro, en la literatura inglesa y española este concepto ha sido ampliamente desarrollado en estudios provenientes de las disciplinas más diversas, en particular la música y la composición a través de la obra de Murray Schafer (1977). Sin embargo, en la literatura francófona, si bien este universo sonoro fue atendido por arquitectos, ingenieros o di- señadores; los antropólogos, musicólogos y etnomusicólogos se tomaron cierto tiempo antes de apropiar a su corpus de investigación de manera eficaz. En lo que refiere los estudios de sonido en México, aunque el estadounidense Steven Feld (2013) ha tenido una influencia importante en la disciplina musicológica y etnomusicológica, es hasta años recientes que el interés por la categoría del Paisaje Sonoro ha tomado relevancia y amplitud en la academia mexicana.

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