Migraciones transnacionales: inclusiones diferenciales y posibilidades de reconocimiento

22 – migraciones transnacionales interior y a su alrededor tienen su origen… en la creciente proximidad de ambos grupos en un espacio social y físico” (2010, p. 10). En este mismo sentido, Salcedo, Hermansen y Rasse, a partir de estudios de caso en Chile y América Latina, sostie- nen que “la continuidad parece ser mucho más importante que la diferencia entre el gueto y los territorios no guetizados… el énfasis no se pone en las necesidades o en los déficits, sino en la agencia de los actores sociales y sus diferentes recursos… no todas las familias que viven en el gueto son marginadas, ni todas las familias que viven fuera del gueto están viviendo un estilo de vida de clase media” (2017, p. 177). Al respecto, Portes (2012) ha propuesto el concepto de “enclave étnico”, formaciones que se caracterizan por la concentración espacial de inmigrantes que se componen de diferentes clases sociales, incluyendo capital humano, tanto alto como bajo, creando las más calificadas empresas donde trabajan sus co-étnicos. En estos espacios, se tienden a reproducir las instituciones culturales propias y se suele generar una movilidad socioeconómica ascendente, sirviendo como plata- formas para la incorporación social en la sociedad de destino. Burke (2016) ha asociado estos espacios segregados con los procesos de hibri- dismo cultural, sosteniendo que los encuentros e intercambios (formales e infor- males) entre pueblos con culturas diversas son más intensos en unos lugares, a los que se ha denominado “zonas de contacto” (Pratt, 2010), que en otros. Algunos de estos colectivos intentan relacionarse sólo o principalmente entre ellos, con- centrándose en barrios concretos de la ciudad (una especie de poblados urbanos), pero también casándose entre sí, trabajando juntos y conservando su lengua e identidad originarias, re-arraigándose los migrantes en otro país (Lussault, 2015; Noah Harari, 2018). Las metrópolis cosmopolitas son intersecciones de culturas en las que el proceso de hibridación o de creolización –Pratt (2010) yMina (2014) optan por el concepto de transculturación, que creara F. Ortiz en 1940 (Ortiz, 1998)– acaba creando algo nuevo y específico que podemos definir como criollo. Los colectivos, dependiendo de su cultura de origen y de su situación económica en un determinado momento, intentan establecerse en uno u otro entorno cita- dino. Así, muchos individuos viven una doble vida, conviviendo con la cultura de acogida durante su jornada laboral y con su cultura de origen durante su tiempo de ocio. En el seno de ciertos barrios y en determinados campos concretos, como el de la religión, la cocina y la música, las tradiciones de los inmigrantes se ac- tualizan más que en otros campos, generándose también imaginarios de futuro (Appadurai, 2015). Como sostiene y reflexiona Greene: “El estudio de los imagi- narios… no es sólo el de las imágenes y discursos que configuran una manera de habitar, sino también de las distintas maneras en que personas… se apropian de ellos y los utilizan, y de las astucias, artes y estrategias que tienden sobre el espacio

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=