Migraciones transnacionales: inclusiones diferenciales y posibilidades de reconocimiento
Habitando e imaginando desde un Santiago pluricultural segregado – 21 chazo por excelencia… cada grupo social elige a sus semejantes y rechaza a los que considera extraños… estas afirmaciones van acompañadas de referencias al origen nacional y/o étnico” (García et al., 2012, p. 107-109). Estas separaciones pueden implicar también un nuevo racismo o neorracismo, esto es, en que los sujetos racistas más que tener sentimientos de odio hacia otros pueblos (el racis- mo clásico) tienen sentimientos de incomodidad, inseguridad, y en ocasiones, temor a personas que perciben como diferentes; sensaciones que provocan más la evitación del “otro” que la agresión directa (Wieviorka,1992). Pese a situarse en el contexto global, este neorracismo chileno es más bien local, pues en la his- toria nacional la presencia de población afro ha sido poco relevante en término demográficos. Al respecto, Balibar (2013) explicita la metáfora territorial que subyace a la categoría de exclusiónl pues toda práctica política está territorializada. Ésta iden- tifica o clasifica a los individuos y a las poblaciones según su capacidad de ocupar un espacio o de ser admitidos en él. Pero, por otro lado, la incorporación a un territorio tiene como condición una situación de reconocimiento mutuo de los distintos sujetos, ya sea en el sentido de pertenencia a una misma comunidad o de la participación en un comercio, es decir, en comunicaciones e intercambios, en los cuales son relevantes los emprendimientos étnicos, “en que unos pocos lazos fuertes y estrechos son más eficaces que muchos lazos, pero demasiado dé- biles” (Dubet, 2017, p. 38-39). Es que, como ha sostenido Castel (2015), la exclusión social se puede definir como la imposibilidad de un sujeto o grupo social para participar efectivamente en relación a cuatro niveles: (i) económica, en términos de privación material y acceso a mercados y servicios que garanticen las necesidades básicas; (ii) política, en cuanto a carencia de derechos civiles que permitan la participación ciudada- na; (iii) sociocultural, referida al desconocimiento de las identidades de género, generacionales, nacionales, étnicas y/o religiosas y (iv) espacial, que se refiere a la interacción de múltiples factores que se articulan en un territorio determinado. De este último nivel se desprenden conceptos clásicos como “marginados” (al margen) y “suburbios”, cuyos pobladores tienen un difícil acceso al centro (o a los centros) urbano/s, generándose a veces guetos, es decir, “espacios cerrados escindidos de la comunidad” (ibid, 31). Respecto a este último punto, Wacquant afirma que los suburbios europeos no son guetos en el sentido estadounidense, en la medida en que las comunida- des de origen extranjero no constituyen un espacio históricamente separado de la ciudad:“Los barrios marginados europeos son territorios mixtos, en cuanto a su población y sus funciones… y las tensiones etnorraciales que se viven en su
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