Migraciones transnacionales: inclusiones diferenciales y posibilidades de reconocimiento
Habitando e imaginando desde un Santiago pluricultural segregado – 19 de organizaciones de apoyo y/o de grupos de rechazo, así como el tipo de empresariado, su nivel de compromiso con el desarrollo social, la pluriculturalidad, la cultura del trabajo de los empleadores, el orden de género y el respeto de derechos. 2. La política migratoria del Estado receptor: La legislación y programas sociales generados desde el gobierno nacional y local. Sus declaraciones y actos. El trato de los funcionarios públicos y los recursos entregados para una convivencia en la diversidad. El tipo de visas a que se puede acceder, la validación de títulos y la demora en la gestión de éstas. 3. El colectivo de migrantes: Su solidez y organización social. La extensión y cohesión de la red de apoyo. El número de asociaciones. En esto será relevante el momento/año en que llega cada migrante, así como la edad de cada uno. El porcentaje sobre la población nativa y la renta por perso- na también serán factores que harán más fuerte o más débil al colectivo migrante. La combinación de estos tres elementos genera distintos contextos de in- serción, que facilitan o dificultan el establecimiento de las y los migrantes. Estas trayectorias más o menos positivas –de acuerdo a las expectativas de cada mi- grante–, influyen en la disponibilidad de re-arraigo o no en la nueva sociedad. Son diversos los tipos de desarraigo que pueden sufrir hoy los individuos y por ello, la idea de futuro y buena vida que elaboran provee de orientación en la cotidianidad. Debido a guerras, conquistas, desastres naturales, mega-proyectos mineros y/o desempleo los sujetos y comunidades pueden quedar sin el hábi- tat originario, sin hogar (Sassen, 2015), sin Estado (Butler y Spivak, 2009), sin identidad cultural y sin empleo (Weil, 2014; Bourdieu y Sayad, 2017), por lo que aquí se considerará como vínculos raigales el colectivo de origen o nación y/o etnia (Smith, 1997), la familia, la profesión u oficio, el empleo y la adquisición de propiedades (Stefoni y Bonhomme, 2015), las amistades, los vecinos y las organi- zaciones locales (Del Acebo, 1996). Al respecto, Fraser y Honneth comparten una premisa en el contexto de las sociedades capitalistas globalizadas de este siglo xxi: la justicia social requie- re englobar dos conceptos claves, el reconocimiento y la distribución. Ambas perspectivas deben integrarse para comprender la imbricación de la desigualdad de clase y la jerarquía de estatus en los Estados-nación plurales. Esto es, la mala distribución está entrelazada con el mal reconocimiento, pero ninguno puede reducirse al otro (2006, p. 14-15). El mal o falso reconocimiento (Taylor, 1993) y la mala distribución o permanencia de las desigualdades sociales, tienden a ge-
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