Migraciones transnacionales: inclusiones diferenciales y posibilidades de reconocimiento
De la pregunta por la Diversidad Cultural en la Escuela a la Fiesta Multicultural – 197 y normativizan las atenciones, sustentadas por el Modelo de Atención Integral en salud, el cual regiría el accionar de los/las profesionales a través de un sistema que tendería a negar la existencia de cualquier trato diferencial, con tratamiento de los vínculos de tipo universalista (Higham, 1993). El otro soporte discursi- vo de las prácticas de normativización en salud mental, son los sucesivos Planes Nacionales en Salud Mental y Psiquiatría. Estos planes se han apoyado en un conjunto de saberes (Lascoumes, 2004) relativos a la psiquiatría y a la psicología, configurando un robusto aparataje de gubernamentalidad. Con una orientación asimilacionista, anclado en una noción normativa de la salud mental. El estudio de la gubernamentalidad, como una aproximación crítica del tipo de gobernanza neo-liberal en su modo específico de ejercicio de poder, radica en su capacidad para distinguir las formas de racionalidad internas a cada esquema de poder (Lo Schiavo, 2014). En este sentido, los Planes Nacionales de Salud Mental y Psi- quiatría han estado regulando por más de veinte años la conducción de con- ductas clínicas en nuestro país a través de intervenciones “de ajuste”, las cuales se hacen figura en los discursos normativos en salud mental para con pacientes migrantes (Becerra, 2018). Esta racionalidad de gobierno, repercutiría también en la relación de los/las migrantes con la red de salud como sistema, ya que la “in- tegración” en el ámbito de la salud mental, sólo podría ser expresada a través de la negación de la diferencia cultural en el otro/a, promoviendo procesos de sub- jetivación normativizados en dichos pacientes a través de la propia intervención clínica. En línea con lo planteado por Galaz y Montenegro (2015), las prácticas de intervención, basadas en normativas, planes y modelos de atención, terminan generando dinámicas de normativización, de disciplinamiento y de control, par- ticularmente cuando están dirigidas al colectivo migrante. Este acercamiento es clave para la reflexión propuesta, ya que permite el es- tudio de las prácticas de poder dentro del ámbito de la salud mental. Enten- diendo el ejercicio del poder como una coerción sutil, que iría inmiscuyéndose a través de las normas que se establecen en el marco de las atenciones clínicas, apropiándose el sujeto migrante de estas normas a través del continuo proceso de subjetivación (Berlivet, 2013). Un ejemplo de lo anterior es la utilización de la “psicoeducación” como una herramienta clínica, cuyo objetivo principal sería socializar al/la paciente migrante al tipo de funcionamiento idiosincrático y nor- mativo chileno. Significada de esta manera en el marco de la entrega de servicios, la psicoeducación tendría como efecto el ejercicio de un tipo de control social del sujeto migrante, el cual ocurriría al interior del espacio clínico de atención en salud mental (Becerra, 2018), pudiendo reconocer la utilización del recurso psi- coeducativo como la materialización un modo específico de ejercicio del poder
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