Migraciones transnacionales: inclusiones diferenciales y posibilidades de reconocimiento
De la pregunta por la Diversidad Cultural en la Escuela a la Fiesta Multicultural – 195 universalista en salud mental. Sin embargo, esta apertura no logra actualizarse en una reflexión crítica acerca de propios modelos y prácticas presentados en dicho plan. Un último aspecto general y no menos importante, que resulta discordante con los estándares internacionales, tiene que ver con el bajo presupuesto desti- nado a la salud mental a nivel nacional. A lo largo de los años, del presupuesto total nacional destinado a salud, el porcentaje destinado a salud mental no ha subido del 3,1% (2,14% el año 2004; 3,1% el año 2008; 2,16% el año 2012 y 2,13% el año 2015), y en términos de cobertura de atención en salud mental, la de Chile se eleva al 20%, lo que es un aproximadamente un 30% menos de la cobertura alcanzada por países de medianos ingresos (Ministerio de Salud, 2017). Además, nuestro país no cuenta con una Ley de SaludMental, lo que provoca, entre otros, una desarmonía en el conjunto de la normativa nacional en materia de salud mental, generando una brecha respecto a los estándares de derechos humanos vigentes a nivel internacional. Es curioso el paralelo que se produce con la ausencia de una Ley Migrato- ria en nuestro país. Como ya lo hemos observado hace muchos años quienes trabajamos en el tema migratorio, la ausencia de marcos normativos temáticos apropiados, generan escenarios de desprotección e incertidumbre y abren el es- pacio para el accionar discrecional, con efectos en los colectivos más vulnerables. Justamente a quienes se estaría buscando proteger con este tercer Plan Nacional de Salud Mental y Psiquiatría. Intervención en salud mental: discursos, poder, resistencia y gubernamentalidad El análisis de los Planes Nacionales de Salud Mental y Psiquiatría –en el marco del Modelo de Atención Integral en Salud–, ayuda a esclarecer los discursos ve- hiculados en dichos planes y sus alcances. El autor de referencia para efectos de esta reflexión es Foucault (2005), quien concibe los discursos como prácticas dis- continuas y dinámicas, relevando su carácter de acontecimiento. Los discursos son entendidos como acciones o prácticas discursivas que suponen una concep- ción situada, heterogénea productora y reproductora de la realidad social. En ese sentido, los usos y formas de los discursos se configuran como prácticas sociales, pues crean y construyen la realidad social (Foucault, 2005). Además, Foucault señala “por más que en apariencia el discurso sea poca cosa, las prohibiciones que recaen sobre él revelan muy pronto, rápidamente,
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