Migraciones transnacionales: inclusiones diferenciales y posibilidades de reconocimiento

16 – migraciones transnacionales lificado como “fantasma” (Feldmann, 2013) y como de “alta alerta” (Fragile States Index, 2016), ha provocado una migración constante en América Latina, princi- palmente hacia la vecina República Dominicana (Palacios, 2014) y hoy también hacia Chile, ubicándose casi exclusivamente en la Región Metropolitana (97%) y Valparaíso (1,4%), tratándose de una población mayoritariamente masculina (60% de las permanencias definitivas fueron otorgadas a varones) (dem, 2018). Debido a un incremento en el ingreso al país de personas provenientes de Haití, el gobierno actual, por vía administrativa, impuso una Visa Consular (en abril de 2018) para contener este flujo migratorio y sólo otorgará una Visa Humanitaria con un cupo de 10.000 personas al año, con fines de reunificación familiar para quienes ya se encuentran viviendo en el país. Estos cambios en la política migra- toria para los nativos de Haití impactarán las expectativas de inserción y arraigo en Chile, aumentando el interés y urgencia de estudiar esta problemática con mayor profundidad. En el caso de Venezuela, debido a los conflictos políticos y violencia interna, la crisis económica reflejada en el descenso de las exportaciones de petróleo, la escasez de bienes básicos, la alta inflación y la falta de medicamentos, han incre- mentado el malestar y la inseguridad y, en consecuencia, la movilidad durante el siglo xxi (Martínez y Orrego, 2016). Según los últimos datos entregados por Naciones Unidas, más de 4 millones de venezolanos se encuentran residiendo fuera de su país y 1.6 millones han salido desde 2015. Además, la histórica emi- gración hacia Estados Unidos, España y Panamá, se ha diversificado los últimos cinco años hacia Colombia, Perú, Chile y Ecuador, países que hasta el momen- to mantenían menores restricciones migratorias, las que están incrementando, dado el aumento en el flujo de migrantes (oim, 2018). La presencia venezolana en Chile tiene antecedentes desde antes del siglo xx, así como redes Chile-Venezuela a partir de los exiliados políticos, siendo casi 25.000 los/as chilenos/as que residían en Venezuela en 1980, viviéndose hoy lo que para muchos venezolanos es “una vuelta de mano” (Rojas y Santoni, 2013). Sin embargo, el actual flujo migratorio se distingue, por una parte, en el fuerte incremento que ha tenido a partir de, aproximadamente, el año 2014 y, por otra parte, en el relativamente alto nivel socioeconómico y educacional que tienden a tener los inmigrantes que llegan a Chile. Esto incide en los patrones que si- guen sus trayectorias migratorias y la inserción social, económica y cultural que enfrentan en las comunas y barrios residenciales a los cuales tienen acceso en Santiago, así como en sus trabajos y lugares donde interactúan con los chilenos. Una realidad emergente es la concentración y segregación de población mi- grante en Santiago, en la que destacan tanto haitianos como venezolanos. Al res-

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