Migraciones transnacionales: inclusiones diferenciales y posibilidades de reconocimiento
98 – migraciones transnacionales tamente. Un guardia de seguridad abría las rejas del edificio y todos empezaban a moverse hacia la entrada. En ese momento, ya había cientos de personas en la fila. Al entrar a extranjería, un guardia gritaba en creole haitiano y gesticulan- do con sus brazos, “¡Ale! , ¡Ale! , ¡Ale!”. Las personas con su pasaporte en mano, cruzaban la puerta y en la misma fila caminaban hacia el mostrador, donde dos chilenos entregaban los números de atención mientras escuchaban reguetón en sus audífonos. Faltaba una hora para que empezaran a atender al público. Esperé afuera de extranjería muchísimas veces mientras hacía observación participante, acompañando a diferentes mujeres haitianas que estaban postulan- do a la visa temporaria por motivos laborales. El ritmo de la espera era siempre el mismo. La mayoría de las veces fui con ellas para renovar el permiso de trabajo mientras tramitaban sus visas. Hacer la fila temprano para poder estar lista sin faltar al trabajo, volver a firmar el papel arrugado que les permitía trabajar en el país, aprovechar de preguntar por el estado de su postulación. “Su visa sigue en trámite”, “todavía no han llegado sus papeles”, “usted tiene su aprobación pen- diente”, “tiene que esperar al menos 3 meses más para que llegue la resolución”, “puede que en 5 meses más tenga una respuesta”, “su visa ha sido rechazada y tiene una solicitud de abandono del país”, “usted presentó un contrato falso”, “tiene que pagar una multa”, “tiene que volver en 30 días más a renovar nuevamente su permiso”, “no tengo en el sistema esa información” les comunicaban los agentes, a veces les traducía al creole, otras veces entendían. Durante la espera por una visa, estas mujeres, al igual que miles de migrantes en su misma situación, tenían que volver constantemente cada 30, 45 o 60 días para renovar el permiso de trabajo sin conocer el estado de su solicitud de visa 13 . Cumpliendo los plazos, siempre retornaban, a pararse en la mitad de la noche en la calle para hablar diez minutos con un funcionario o funcionaria con la esperanza de tener una respuesta positi- va, una señal de avance en el proceso, más información, algo de certeza. La espera como experiencia espacio-temporal, tenía diferentes intensidades en el transcurso de la noche y la mañana. Con el número en mano, y a la espe- ra que fuera anunciado en una pantalla, la tensión comenzaba a acumularse, a sentirse en el cuerpo, a pausar el habla, a llevar la conversación a diálogos sin rumbo, al silencio. “ Se trè difisil ”, “esto me pone muy nerviosa”, “no puedo comer nada, nunca tengo hambre”, son algunas de las palabras que intercambiábamos minutos antes de acercarnos al mesón de atención indicado por el número en la pantalla. La espera en la calle y la interacción con funcionarios de extranjería, 13 Esto se diferencia de los hallazgos de Torres y Garcés (2013), donde migrantes peruanos en San- tiago hacen referencia a su condición de legalidad al evaluar su relación con servicios públicos de educación, salud y vivienda en las claves de amenaza, ayuda o derecho.
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