Iguales pero diferentes: trayectorias históricas prehispánicas en el Cono Sur

¿TÚMULOS SIN COMPLEJIDAD? – 97 Para el período Alfarero Temprano (pat, ca 300 a.C. - 1200 d.C.) no hay mayor problema ni desacuerdo en relación a que estamos frente a una sociedad “simple”, con “organización tribal” (Falabella 2000a), o no jerárquica (Sanhueza 2016). El patrón de asentamiento es disperso (Sanhueza et al. 2007), compuesto por caseríos, que pueden tener distintos tamaños (Falabella et al. 2014; Sanhue- za 2016). La base de la subsistencia es la horticultura, pero con un componente importante de caza y recolección en la dieta (Falabella et al. 2016). No existen mayores diferencias en la funebria que hayan permitido sugerir siquiera cierta diferenciación social más allá de los ejes sexo y edad (Sanhueza 2016). No existen objetos que puedan ser considerados como “bienes de prestigio” propiamente tal; los objetos de metal –prácticamente los únicos que podrían ser considerados como tales– son en general extremadamente escasos (Campbell y Latorre 2003) y cuando se presentan en la ofrenda fúnebre (3 casos), están asociados a entierros de infantes (Sanhueza 2016). Los dos complejos culturales contemporáneos en el área –Llolleo y Bato– ciertamente presentan diferencias en cuanto a patrón de asentamiento, subsistencia, movilidad, niveles de integración socioterritorial y representaciones ideológicas en las prácticas de funebria, sin embargo, éstas nunca han conllevado consideraciones acerca de diferencias en su nivel de “com- plejidad” social. El período Intermedio Tardío (pit, ca 1000-1450 d.C.), sin embargo, pre- senta una serie de características que tensionan las interpretaciones acerca de su organización social. En primer lugar, su posición más tardía en la secuencia, pa- ralela a otros desarrollos catalogados ya como complejos, en un momento inme- diatamente preincaico, incita a suponer, bajo la idea de evolución social con una direccionalidad determinada, que estas sociedades fueron “más complejas” que las anteriores (pat) y que de alguna manera reflejen una etapa “equivalente” a la de otras áreas más nortinas (Durán y Planella 1989). Queremos insistir en que su ubicación en la secuencia –en un momento posterior al pat– es el que plantea una necesaria mayor complejidad, siendo esta la base sobre la cual se evalúa el resto de la evidencia. En segundo lugar, y ya con una base material, la existencia de túmulos funera- rios (Figura 2). Los túmulos son construcciones aéreas artificiales con dimensio- nes muy variables (entre 5 y 16 m de diámetro; desde 20 cm a 1.2 m de alto), que tienen entre 1 a 4 enterratorios bajo el nivel del piso. Conforman espacios sepa- rados a los lugares habitacionales, pudiéndose encontrar desde 19 (Huechún-1) y hasta 100 túmulos (Chicauma) reunidos en un mismo lugar (Durán 1979; Ste- hberg 1981; Sánchez 1993). Su distribución en Chile central no es homogénea, concentrándose en la cuenca del Aconcagua y en la porción septentrional de la

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