Iguales pero diferentes: trayectorias históricas prehispánicas en el Cono Sur

94 – iguales pero diferentes De acuerdo a la nomenclatura clásica, estas sociedades quedarían sin duda clasificadas en aquellas con organización a nivel de bandas o tribus (sensu Servi- ce 1971), sociedades igualitarias o de rango (sensu Fried 1967), y de organización familiar o de grupo local (sensu Johnson y Earle 2003), y por tanto constituyen el “punto de partida” de la evolución social. Coincidentemente, el tipo de orga- nización social descrito correspondería al generalmente aceptado para el período Alfarero Temprano (ca 300 a.C. – 1200 d.C.) en Chile central, punto de partida de esta reflexión. Por otro lado, se trata de sociedades “amerindias”, con las cuales existe cierto grado de relación espacial y cultural, y con las cuales se han definido lógicas compartidas para el mundo mapuche (Bechis 1999), nuestro referente histórico más próximo. Pierre Clastres (2013[1974], 1987[1980]) utiliza el término “sociedad primi- tiva” para referirse a las sociedades del área amazónica, cuyo modo de subsisten- cia puede estar basado indistintamente en la caza, recolección y horticultura. Estas sociedades son igualitarias “por esencia”, no presentan divisiones internas y en palabras de Clastres son “sociedades sin Estado”. Aquí es la sociedad la que detenta el poder, impidiendo la emergencia de un poder político individual, cen- tral y separado, y la que somete al líder a una estricta vigilancia; el jefe está “en deuda” con la sociedad por ser el jefe (Clastres 1987[1980]). En una perspecti- va más amplia, se puede plantear que las sociedades amazónicas se incluyen en aquellas sociedades con un fuerte “ethos igualitario”, el que se ve expresado en una “jerarquía de dominio inversa” ( reverse dominance hierarchy ), producto de una acción intencional de las personas (“seguidores”) que mantienen el control del liderazgo mediante sanciones sociales, en una relación algo ambigua pero eficaz (Boehm 1993). Ciertamente esto no significa que no existan liderazgos. Cada comunidad está dirigida por un jefe; cada familia extendida tiene un líder. Pero la naturaleza del liderazgo es particular: el jefe no tiene ningún poder de coerción. “El espa- cio del liderazgo no es el lugar del poder” (Clastres 2013[1974]:170), sino el del prestigio . El “jefe” solo tiene el prestigio que le reconoce la sociedad, que se basa en su competencia técnica personal, donde destacan su “don de la palabra” (dones oratorios), su capacidad de coordinar y su generosidad, cualidades ampliamen- te reconocidas (ver p.e. también Boehm 1993; Kantner 2009). En este sentido, destaca su papel en la relación con los “otros”, ya que es quien habla en nombre de la comunidad cuando se relacionan con otros, ya sea amigos/aliados o ene- migos. De esta manera, obtener y ostentar un liderazgo es una tarea que está en permanente desenvolvimiento, basada en una dinámica coordinada entre las

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