Iguales pero diferentes: trayectorias históricas prehispánicas en el Cono Sur

92 – iguales pero diferentes secuencias culturales regionales y locales, ya sea explícita o implícitamente. Un derivado de este supuesto es la discusión de cuándo una sociedad o de- terminada etapa o fase cultural representa una organización “compleja”: no solo hay un camino trazado hacia la complejidad, sino que hay una etapa o un nivel, con ciertas características, en que las sociedades pueden, o no, ser consideradas “complejas”. En relación con esto, McGuire (1983) ha argumentado la necesidad de descomponer la complejidad en sus variables constituyentes –la heterogenei- dad y la desigualdad– en la medida que no necesariamente están positivamente correlacionadas, donde la pregunta relevante vendría a ser no tanto si una so- ciedad es o no compleja sino cuál es el grado de complejidad en una sociedad. No obstante, en los hechos, se ha continuado utilizando un esquema clasificato- rio dualista, y hay sociedades que se catalogan como complejas y otras como no complejas. Al respecto, las definiciones de complejidad son variadas. En su acepción más simple, refiere a la existencia de más “partes”, las que requieren de formas más efectivas de integración en un “todo” (Service 1971). En otras, adquiere un rol central el grado de diferenciación interna y lo intricado de las relaciones den- tro del sistema. Pero lo que parece ser más relevante y definitorio, es un acceso diferencial a recursos/bienes/posiciones/etc. todo lo cual se ve expresado en una jerarquía, es decir, la desigualdad social institucionalizada (Paynter 1989; Ames 2007). Desde la arqueología, la complejidad se reconoce a partir de distintos indi- cadores, entre los cuales destacan el tamaño de los sitios que deberían reflejar el mayor tamaño de población asociado a este tipo de organización, así como su congregación espacial; la presencia de talleres de especialistas, bienes de pres- tigio, diferencias en las estructuras habitacionales y los enterratorios, acorde a la diferenciación vertical y horizontal asociada; la existencia de construcciones monumentales en relación a la disposición y apropiación de la fuerza de trabajo; la existencia de diferencias nutricionales y en modos de vida entre individuos (Wason 1994; Nelson 1995; Chapman 2003; Ames 2007). Al respecto, es po- sible también cierta variabilidad, en la medida que las distintas estrategias de poder puestas en juego en los caminos hacia la complejidad social –económicos, militares o ideológicos–, se materializan en indicadores de distinta naturaleza (Earle 1997). De esta manera, una estrategia militarista se reflejaría en la exis- tencia de estructuras defensivas (y eventualmente en una infraestructura acorde a la intensificación productiva); una estrategia ideológica conllevaría un énfasis en los bienes de prestigio (distribuidos heterogéneamente) y en espacios para el despliegue ceremonial del poder; y una estrategia centrada en lo económico, se

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