Iguales pero diferentes: trayectorias históricas prehispánicas en el Cono Sur

TRAYECTORIA HISTÓRICA Y COMPLEJIDAD – 59 A diferencia de los grupos Huentelauquén del Arcaico i, cuya socialidad se estructuraba en torno a unidades sociales pequeñas y dispersas que no compar- tían necesariamente sus experiencias cotidianas y que, en consecuencia, se repro- ducían como comunidad en extensos sitios de agregación social tales como La Chimba 13 u Obispito-1 (Llagostera et al. 2000; Salazar et al. 2018), la socialidad del Arcaico iii debió promover una integración social a partir del compartir las prácticas cotidianas en los espacios residenciales, reproduciendo de este modo un sentido de comunidad en los sitios residenciales de período. La reocupación continua de los espacios residenciales donde transcurría par- te importante de la vida social de las comunidades de este período fue confor- mando a través del tiempo montículos de residuos que sobresalían hasta 2 metros o más sobre su entorno inmediato, siendo ampliamente visibles a la distancia. Esto cobra sentido si consideramos que no existe limitación de espacio o condi- cionantes ambientales que expliquen esta práctica de instalarse sistemáticamente sobre los residuos de ocupaciones anteriores. De hecho, este fenómeno no se da a lo largo de toda la prehistoria de la costa arreica, ya que en momentos posteriores las ocupaciones tenderán a crecer más horizontal que verticalmente. En conse- cuencia, pensamos que la constitución de los grandes conchales del Arcaico iii, únicos en la historia cultural regional, pudo ser más que el mero resultado del descarte de residuos producidos por actividades “funcionales” (Randall 2015). En algún momento de la “historia de vida” de estos conchales, su conformación podría haber pasado a constituir un sentido explícito de historicidad de las prác- ticas cotidianas que reproducían a las comunidades de co-residencia, o más pre- cisamente, la inscripción de esta historicidad, convirtiéndose de este modo en materializaciones de memoria o historia compartida, y en marcadores visuales de un nuevo paisaje social (Pauketat y Alt 2005). No deja de ser ilustrativo el hecho de que en el sitio Hornos de Cal se identificó la presencia de un entierro humano datado en torno a los 6.175-6.615 cal a.p. bajo el conchal. El entierro humano fue depositado antes del uso del conchal como sitio residencial, y demuestra por lo tanto los vínculos de sus ocupantes con una memoria histórica, así como con la posible noción de territorialidad a partir de la creciente monumentalidad que adquirieron estos conchales en el paisaje circundante. Si bien las comunidades que ocuparon la costa arreica durante este momen- to mantenían algún tipo de relaciones con grupos Chinchorro de más al norte, la ausencia de prácticas de momificación al sur del río Loa y la existencia de un patrón mortuorio local, sugieren una diferenciación social explícita respecto de las comunidades más nortinas. Por lo tanto, a partir de las consideraciones anteriores podemos argumentar que la integración social reproducida en los

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