Iguales pero diferentes: trayectorias históricas prehispánicas en el Cono Sur

214 – iguales pero diferentes tecnologías, racionalidades e instituciones para cubrir las condiciones materiales de su población. Para algunos fue adecuado enarbolar el concepto de economía política para esta institucionalidad (Blanton et al. 1996; Earle 1991), la que al solucionar los problemas de la economía de subsistencia (Sahlins con la “opulencia primitiva” o Hardin con la “tragedia de los comunes”), creaba nuevas formas de complejidad y sociedad que tomaban vida por sí mismas. Como ejemplo de este proceso, Hardin (1968) planteó que cuando la tierra u otros recursos se poseían en común terminaban por producirse graves daños porque los individuos no consideraban que proteger dichos bienes fuera en su provecho propio, desatando el desastre económico a causa de la sobreexplota- ción que degradaba los recursos compartidos. La resolución de la economía de subsistencia desembocará en una oposición al bienestar de las familias, intro- duciendo las ideas de orden, dominación y explotación como los productos de una evolución social sin un carácter necesariamente progresista. Por lo tanto, se producía la “tragedia social” debido a que era factible el surgimiento de la pro- piedad privada con sus consecuencias de inequidad; aunque bajo esta situación, los individuos la considerarán el producto ideológico del interés por conservar sus recursos. Desde esta perspectiva, hablamos de evolución y complejidad no sólo por- que se asume mecánicamente la producción de alimentos, la vida sedentaria y los valores de la civilización, ya que toda esta selección tiene que ver con la construc- ción ideológica que desarrolla cada sociedad en particular (p.ej. , la occidental). En realidad, este proceso también incluye las constantes contradicciones entre individuo y comunidad, tradición e innovación, lo singular y lo plural, lo últi- mo siempre representado por un pequeño y exclusivo segmento de la sociedad. Nuestra reflexión, por tanto, rescata y se orienta a enfrentar empíricamente esta complejidad a través del estudio de las contradicciones entre espacio doméstico y público, al amparo de los marcos establecidos por el enfoque sustantivo de la subsistencia y la economía política, al menos (Polanyi 1957, 1976). Sin embargo, al revés del enunciado organicista tradicional, nuestra opción ha sido responder desde la antropología y una arqueología no solamente social, sino de la vida social (Lumbreras 1994; Meskell 1999; Meskell y Preucel 2007). Ello ha implicado la exploración de las múltiples posibilidades del diario vivir y de la gente real, incluyendo todos los aspectos, prácticas y experiencias que enriquecen el entendimiento de la sociedad, los individuos y sus relaciones más allá de las materias tradicionalmente estudiadas por la arqueología y nuestras preconcepciones económicas sobre los grupos del pasado (De Certeau 2007).

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