Iguales pero diferentes: trayectorias históricas prehispánicas en el Cono Sur
TRAYECTORIAS DE DIFERENCIACIÓN MATERIAL Y SIMBÓLICA – 199 Fuera de nuestra área, hacia el oeste, en la Puna, en Tebenquiche se estruc- turaron y florecían los “oasis” agrícolas y pastoriles de la Puna (Haber 1999). Mientras tanto, en el valle de Tafí, también hacia los siglos ix y x, según Berbe- rián (1989) hubo una creciente tendencia a la concentración aldeana, aunque sin separación completa entre el poblado y el espacio de producción, pero recientes estudios de Salazar sostienen que “en los sitios más concentrados se encuentran las ocupaciones más tempranas, ya que los mismos constituyen el resultado de varios siglos de crecimiento, conflictos y negociaciones entre las familias que los conformaban y los más dispersos presentan las evidencias más recientes, ya que responden a las ocupaciones que más tardíamente se fisionaran y en su trayecto- ria no alcanzaran a cristalizar bases más amplias. Paradójicamente, este escenario se encuentra en las antípodas de los modelos que esperaban que los asentamien- tos aldeanos más tardíos fueran los más concentrados, dentro de una tendencia a la eficientización y complejización del uso del espacio” (Salazar 2010). Los sitios en Ambato que contienen la característica cerámica de estilo La Aguada, con su rica imaginería felínica, vinculados a estructuras tipo montículo y plazuelas, se ocupaban durante esta época, como en el caso de La Rinconada, Piedras Blancas, Bordo de los Indios o Huallumil. La Rinconada, aparte de su montículo/plataforma, presenta 28 habitaciones distribuidas en conjuntos aso- ciados a grandes patios (densidad: 20 habitaciones/hectárea). De Ambato proviene una gran cantidad de escudillas y vasos negros graba- dos de excelente factura y profusa decoración figurativa, así como grandes tinajas pintadas en varios colores que habrían sido destinadas a la producción y almace- naje de bebidas fermentadas (Gordillo 2004). Algo más al sur, del sitio Choya 68, un gran montículo artificial, proceden también grandes vasijas decoradas en el estilo denominado “Aguada-Portezuelo” (Baldini et al . 2002). En síntesis, entre los siglos ix y x, las poblaciones prehispánicas contaban con una amplia gama de medios estilísticos y de diseño para seleccionar rasgos, optar por motivos, expresarse simbólicamente y, en resumen, combinarlos de manera creativa para la conformación de sus recipientes. Al final del primer mi- lenio se advierte una mayor muestra de ejercicio estético y oficio técnico com- petente en la vajilla de servicio, cuencos, escudillas, jarros de beber y grandes cántaros. La manufactura cerámica había logrado arcillas bien cocidas, paredes delgadas y duras, la estabilización de algunas formas, la aplicación de incisión en pastas casi secas y el empleo diestro de colores. La generalización de estos atribu- tos podría ser efecto de una mejora en las técnicas de manufactura cerámica por toda la región.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=