Iguales pero diferentes: trayectorias históricas prehispánicas en el Cono Sur
192 – iguales pero diferentes Otro conjunto funerario excavado en Banda de Arriba, Cafayate, fue fechado hacia los siglos ix y x ec (lp2043, 1110±90 a.p.) (Ledesma 2015; Ledesma y Su- belza 2009). El ajuar acompañante demuestra que, en esta época –coincidente con el Tiwanaku expansivo– prosigue el uso de vasijas de simetría dorsoventral, pero se agregan formas complejas, ollas con modelados zoomorfos y las mismas jarras dorsoventrales agregan puntos de inflexión o angulares en su perfil. Se aplican terminaciones pulidas muy trabajadas, con efecto visual por el pulido en líneas. A este conjunto se suman una jarra “Lerma tricolor” con lunares, una pipa de cerámica y otros hallazgos (Figura 10). En los valles de Tafí, Anfama y La Ciénega –vecinos a nuestra área de estu- dio– se han excavado varios núcleos residenciales de esta fase. Presentan robustas paredes de piedra y sus unidades domésticas comprenden recintos de habitación de planta circular comunicados con su gran patio central circular, donde se efec- tuaban diversas actividades domésticas y donde algunas líneas de piedra separan diversos sectores que abarcan, incluso, un área de tumbas cilíndricas y de pare- des de piedra por debajo del piso (Berberián 1989: 90; Oliszewski 2011; Salazar 2010; Salazar y Molar 2017). También se usaban postes líticos como emblemas al frente de las viviendas y las tumbas cavadas debajo del piso de los patios habrían permitido retener la memoria de los antepasados y reafirmar el arraigo, identidad y continuidad de cada segmento de parentesco (Berberián 1989; Haber 1999; Krapovickas 1968; Salazar 2010). Aún en la Puna se hallan sitios con patrón similar, como en las localidades muy conocidas de Laguna Blanca y Tebenquiche (Delfino 1999; Haber 1999). Pero en lugares donde el suelo carece de cubierta pedregosa y el ambiente es algo más húmedo, las áreas de cultivo pueden prescindir de muros de piedra, aunque se mantiene, de todos modos, el patrón de estancias o caseríos dispersos (por ejemplo, en ciertos sectores del valle de Ambato y en la zona de La Candelaria) (Figueroa 2009; Heredia 1974; Krapovickas 1968; Laguens 2006: 212). La reproducción prolongada de las relaciones sociales en el espacio agrario tuvo que involucrar acciones y relaciones de dominio, potestad sobre terrenos, delimitación de parcelas, división del multiplico –sobre todo en momentos de sucesión y de herencia–, de congregación de personal para ejecutar obras y di- visión de labores –ocasiones favorables para afianzar alianzas–, asignación de turnos de control y distribución de agua y riego, inauguración de ciclos, apertura de labores, organización de los tiempos –oportunidades especiales para la cele- bración y la conmemoración–, así como designación y delegación de funciones. Todas estas prácticas generan derechos y deberes, activan las posiciones sociales mutuamente relativas y, con ello, la movilización de toda clase de significaciones
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