Iguales pero diferentes: trayectorias históricas prehispánicas en el Cono Sur

TRAYECTORIAS DE DIFERENCIACIÓN MATERIAL Y SIMBÓLICA – 171 espacio se destaca por medio de otros rasgos arquitectónicos sobresalientes, en particular los montículos y plataformas. Por su parte, la edificación de túmulos o montículos recurre a medios de jerarquización distintivos y se expresa en la erección o renovación de monumen- tos, es decir, el empleo de medios de impacto visual y escenográfico en un espacio singular distinguido. Actúan como sede de prácticas conmemorativas, adminis- tración de bienes sacros y conservatorio de una cosmología y de saberes (“recur- sos de salvación” y vehículos de transmisión de información y de inculcación de la herencia cultural, una especie de “capital cultural”) (Bourdieu 2000). Ambos modos requieren esfuerzos corporativos, pero son esfuerzos a los que se aplican diferentes principios de inversión. En un caso, se despliegan medios que materializan redes de relaciones sociales de parentesco y alianza y, en el otro, se invierte en acciones conmemorativas, calendáricas y celebratorias, pero ambos modos pueden ser movilizables y aptos para producir efectos simbólicos. Obvio es decir que dentro de las viviendas se pueden hallar y se han hallado rasgos ar- quitectónicos de magnitud menor que los que aquí examinamos, como pozos de ofrendas, entierros de fetos de camélidos, clausuras rituales de habitaciones y otras que también constituyen prácticas conmemorativas, celebratorias y ritua- les, sin embargo, no serán analizadas en este trabajo. Los recursos arquitectónicos y el paisaje construido, así como los bienes artesanales, constituyen bienes culturales apropiables y, por ende, pueden ser movilizables y aptos para producir efectos simbólicos. Además, tanto el paisaje construido como los conocimientos sociotécnicos se incorporan a los agentes mismos en forma de capacidades (“capital cultural incorporado”, “habitus”, Bou- rdieu 2000) para disponer del uso, ocupación, comprensión y apropiación de la cultura material. Una vez hecha la inversión, como en toda transformación material mediante el trabajo, el paisaje queda enriquecido o “capitalizado”. La obra se arraiga en el paisaje físico y se encuentra disponible para ser transmitida, heredada de gene- ración en generación, de persona a persona y disponible para transmutarse en “capital simbólico” o, más bien, para producir “efectos simbólicos”. Así, el paisaje construido se constituye en una especie de “capital” agregado, de una manera material y objetiva, como si fuera un “monumento”. Además, dicho paisaje cons- truido se incorpora a las personas mismas en forma de capacidad para disponer del uso (ocupación), comprensión y apropiación de la obra construida. En la medida en que el paisaje construido se desarrolla en un ámbito de competición, se conserva como un recurso acumulado activo.

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