Iguales pero diferentes: trayectorias históricas prehispánicas en el Cono Sur

LOS TÚMULOS DE AZAPA – 155 Aproximaciones en torno a la complejidad y diversidad social de las poblaciones constructoras de túmulos Al analizar la diversidad social de las poblaciones que construyeron los túmu- los, tenemos que prestar atención al discurso que podemos abstraer de la cultura material dejada por dichas poblaciones; partiendo del hecho que las sociedades humanas tradicionales 4 no conciben a la cultura material como simples arte- factos utilitarios, ya que los objetos son partes de las personas y por lo tanto, su importancia reside en su significado y su historia particular; en otras palabras, como lo plantea Hodder (1994) e Ingold (2000), los artefactos tienen memo- rias e historia de vida. En el caso de las poblaciones Alto Ramírez, el paisaje y la memoria –ancestros– habrían sido la base sobre el cual se cimentó su identidad; es probable que la irrupción de prácticas funerarias basadas en el depósito de cuerpos en montículos, explique el surgimiento de una tradición funeraria en la que los antepasados se convirtieron en argumentos de derecho para regular el acceso y uso de territorios complejos, especialmente donde se concentraban los recursos hídricos. Si consideramos desde el punto de vista de la arqueología del paisaje, que ciertos lugares pueden ser reconocidos y mantenidos por la comunidad como puntos que incorporan y evocan un sentimiento de identidad (Shennan 1994), la construcción de los túmulos pudo haber estado relacionada con los orígenes de las primeras poblaciones agrícolas, con sus antepasados y, por lo tanto, con su memoria. De esta manera, los túmulos habrían sido para los agricultores inicia- les, los monumentos conmemorativos de sus orígenes como pescadores, consti- tuyéndose en claros elementos estructuradores del paisaje social que delimitaban y protegían el espacio territorial y albergaban a los ancestros. La importancia que tuvieron estas construcciones monticulares en la cons- trucción de la identidad está reflejada en una serie de evidencias. En primer lugar, están las ofrendas halladas en la cima, bordes e interior de estas construcciones, que denotan un culto permanente a estos montículos . En segundo lugar, se halla la presencia de pisos ocupacionales con restos de fluidos y basuras, que indican actividades de preparación y consumo de alimentos durante el culto a los ances- tros (sacar y reenterrar a los muertos). En tercer lugar, se han hallado en los en- tierros varios instrumentos musicales probablemente utilizados en estas ceremo- nias, Focacci y Erices (1972/1973) describen silbatos, cornetas de hueso y sonajas de calabazas, instrumentos que habrían sido utilizados para recrear un ambiente festivo en la medida que eran enterrados o reenterrados los difuntos ancestros

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