Iguales pero diferentes: trayectorias históricas prehispánicas en el Cono Sur

UNA INTRODUCCIÓN – 9 y eventualmente estatales, por lo que preguntarse cómo surgieron éstas es una cuestión sumamente válida y aún contingente, lo cierto es que no todas las socie- dades siguen este mismo camino y la complejidad social no es siempre el único resultado del cambio social. Como muestran diferentes casos de estudios, los ca- minos que siguen las sociedades humanas a lo largo de su historia son múltiples y variados, los que a su vez en muchas ocasiones no se ven ajustados al esperado patrón evolucionista que va de lo simple a lo complejo. La agencia de los gru- pos sociales, las relaciones sociales extra-regionales, los principios simbólicos, el medio ambiente e inclusive la demografía, se constituyen en factores que van formando rutas de historias heterogéneas en las sociedades humanas y en estas mal llamadas comunidades intermedias o de rango medio, por usar algunos de los tantos términos acuñados. Central a lo que hemos venido discutiendo es la idea de complejidad, otro concepto, valga la redundancia, complejo. Se asume generalmente que las socie- dades que nos interesan están “en tránsito” a la complejidad. Pero, ¿qué es “com- plejidad”? y ¿qué es una sociedad compleja?, Estos dos conceptos no refieren a lo mismo. Complejidad es un concepto que denota gradualidad, y por tanto se lo ha de usar en términos comparativos. Es así como una situación puede aparecer como más o menos compleja que otra, según el número de actores involucrados, la cantidad y cualidad de las relaciones entre ellos, el número y tipo de procesos tecnológicos en juego, la cantidad y cualidad de cultura material involucrada, entre otros. Una “sociedad compleja” es otra cosa. Sin el ánimo de simplificar la discusión, pero manteniéndonos enfocados en lo que nos interesa, creemos importante destacar que a pesar de la diversidad de definiciones que existen, ellas coinciden en una característica: una sociedad compleja es aquella donde existe desigualdad social institucionalizada (Paynter 1989; Ames 2007; Smith 2011). Al mirar a las sociedades intermedias en su propio mérito, comenzamos re- conociendo que una característica común a ellas es la “no complejidad”, es decir, la ausencia de una desigualdad social institucionalizada (lo que, es importante recalcar, de ninguna manera implica la ausencia de liderazgos). Esto tiene im- plicancias mayores. Por una parte, significa entender y aceptar que esto no ocu- rre “por defecto”, sino que es producto de mecanismos socioculturales, valga la redundancia, “complejos” (Flanagan 1989, Ames 2007; Chapman 2003). Estos mecanismos socioculturales dan origen a formas y sistemas políticos, sociales, rituales y económicos variados, pero que tienen por objetivo construir y repro- ducir esta no complejidad en pos de mantener las características del grupo social. Es por ello que podemos considerar que estas sociedades son en sí mismas un “proyecto político”, en el que se despliegan múltiples prácticas y agencias que re-

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