Docencia y desarrollo profesional
183 DOCENCIA Y DESARROLLO PROFESIONAL: FUNDAMENTOS, DEBATES Y PERSPECTIVAS dirigida hacia las y los estudiantes. En la base de cualquier transformaci n que viabilice una educaci n auténticamente inclusiva debe existir una “cultura escolar inclusiva” (L pez, 2012). En este sentido, la educaci n continua es fundamental para la conformaci n y el empodera- miento del rol y también para el desarrollo laboral de este actor educativo. Esto es posible de alcanzar en la medida en que dichos procesos formativos tengan un dise o que permita la circulaci n te rica y pr ctica de ideas, conceptos y experiencias de los y las participantes, de manera que lo reflexionado permita resignificar sus prácticas (Fullan y Hargreaves, 1997). Es una manera de avanzar en el desarrollo de una cultura escolar que supere la excesiva subor- dinaci n jer rquica a que se somete a las y los asistentes de la educaci n, visibilizando su rol e incorpor ndoles plenamente en los procesos formativos de los proyectos educativos. Los procesos formativos pueden producir transformaciones significativas en lo individual a ni - vel laboral, pero este desarrollo puede verse “frenado” al no existir espacios de participaci n auténtica, no alcanzando a producir esa transformaci n a nivel colectivo. Del mismo modo, pensar e implementar procesos de formación continua específicos para asistentes de la edu - cación significa desarrollo profesional, dignificación laboral y fortalecimiento de las comunida - des educativas, elementos propios del reconocimiento institucional que requiere este impor- tante actor educativo. En cuanto a los desafíos de la convivencia escolar y su rol, planteados por las y los asistentes de la educaci n, algunos siguen pendientes. Ejemplo de esto son la falta de espacios de par- ticipaci n para la construcci n de comunidades educativas auténticas y la falta de reconoci- miento institucional, tanto material como simb lico, de la labor de muchos/as asistentes de la educaci n. Es parte de un proceso de modernizaci n avanzar en la democratizaci n de los espacios escolares, incentivando la inclusi n de todos y todas a partir del reconocimiento mu- tuo, el respeto y la interacci n colectiva. A convivir se aprende (Delors, 1996) y ese aprendizaje ocurre en lo cotidiano, en la interacci n social y pedag gica, por lo tanto, acabar con elementos discriminatorios hacia algunos/as actores educativos permitiría avanzar en la democratizaci n de la escuela/liceo y, con ello, contribuir en la tarea de construir una sociedad con menos des- igualdad. La inclusi n desafía a la escuela y al liceo tradicional a ampliar la participaci n de los actores educativos en la construcci n de la cultura escolar y la convivencia. La incorporaci n de ima- ginarios diversos en el sistema educativo ser posible en la medida en que cada actor educa- tivo sea reconocido en cuanto a su rol, explicitando su relevancia en el desarrollo de pr cticas pedag gicas inclusivas. El reconocimiento y visibilizaci n de los roles de los distintos actores educativos es parte del desarrollo de una educaci n inclusiva y de calidad. En la construcci n de lo comunitario est n todos y todas convocados/as, como un principio que sustenta la de- mocratizaci n del sistema educativo y la sociedad. No es un dato menor que los esfuerzos de transformaci n que vive el sistema educativo en el ltimo tiempo vienen de la mano del desarrollo de la convivencia escolar y del reconocimiento que se le da como una dimensi n clave del proceso educativo, la formaci n integral y la cons- trucci n de comunidades inclusivas (Gonz lez y Pérez, 2017). Así como también se reconoce que es en el marco de los desafíos de la convivencia escolar que el sistema educativo avanza en la incorporaci n y reconocimiento de la labor de nuevos actores claves para alcanzar es- tas transformaciones. Hablamos de la incorporaci n de profesionales de apoyo en materia de inclusi n y participaci n de ni os, ni as y j venes desde sus características y diferencias (Cor- nejo, 2017), la incorporaci n de personal que colabora en el trabajo de aula, sobre todo en los primeros niveles de ense anza, los apoyos en la administraci n y uso de nuevas herramientas y recursos educativos al servicio del aprendizaje, así como en el abordaje de nuevos aprendizajes como la educaci n socioemocional, el bienestar y el buen vivir (Castillo y Garcés, 2016).
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