Alberto Minoletti: el vuelo de un grande

71 Alberto Minoletti | El vuelo de un grande ¿Hubo un cambio gracias a ese fármaco y al apoyo del doctor? Allí empezó mi estabilidad y mi rehabilitación. Antes solía tomar algunos tragos, pero nunca consumí drogas ilícitas. A partir entonces me ordené, nunca más licor. Eso fue gracias a él y al medicamento que recibí. Me hizo muy bien. Yo tenía 28 años y no sabía la importancia que el Dr. Minoletti iba a tener en mi vida. Dices que has trabajado como monitor de arte para personas con discapacidad psíquica, ¿cómo ha sido esa experiencia? Muy buena, de mucho respeto y de un trato de igual a igual. Mi tarea es motivarlos. Les enseño a dibujar, pero no les corrijo, si lo están haciendo bien les digo que ‘lo está haciendo muy bien’ y eso les causa alegría y plenitud. ¿Dónde has presentado tu trabajo de arte visual? Uno de los más lindos fue en el hospital de Iquique donde estuve por varios años. Hice un gran mural con la idea de representar la vida. Allí me recibió el Dr. Carlos Madariaga, quien me premió con un viaje a Lima, Perú, para participar en un foro internacional en el que expuse mis cuadros y tuve la oportunidad de conocer a Patch Adams. Me abrazó y lloré de emoción. Me compró uno de mis cuadros y también lo hicieron otros asistentes al foro. ¿Qué lugar ha tenido tu familia en tu rehabilitación? Mi mamá ha sido por años dirigente de los familiares y ha trabajado en varios dispositivos, en hospitales de día y hogares protegidos. Ella ha sido muy importante, ayudándome, consolándome para poder vivir, porque no es fácil. Ella y mi familia, mi papá, mi hermana y actualmente mi pareja me han apoyado incondicionalmente. Sin ellos y sin los recursos necesarios que me da el sistema de salud, no habría podido sostener jamás mi tratamiento hasta ahora. ¿Qué hace la diferencia entre quién recibe ayuda como tú y quién no la ha tenido? Son dos caras de nuestra realidad. Una es muy triste y amarga, porque una persona con diagnóstico psiquiátrico, sin tener apoyo, sin ser ordenado, sin Capítulo III - Carlos Vásquez