Alberto Minoletti: el vuelo de un grande

15 Alberto Minoletti | El vuelo de un grande Mientras estuvo en el hospital, ambas hijas se turnabanpara cuidarlo con esmero, lo que permitió acompañarlo hasta su deceso, el mismo día de esa primavera que comenzaba en el hemisferio sur. Contaba con 76 años y su sorpresiva muerte remeció profundamente el corazón de los que hicieron parte de su ruta. Durante esos días grises de hospital, Alberto lamentaba no poder avanzar en sus labores docentes y de investigaciones que realizaba con entusiasmo para la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile, donde sus últimos diez años se incorporó como académico en los Diplomados y Magister en Salud Mental Comunitaria. Dos semanas antes de su muerte, y mientras se mantuvo consciente, tuvo una oportunidad realmente asombrosa. Pudo despedirse de innumerables personas quienes, al enterarse de su delicado estado de salud, le hicieron llegar correos electrónicos y grabaciones donde le saludaban y alentaban con fraternales mensajes. “Estuvo lúcido esas últimas dos semanas de vida y respondió a varios de ellos dentro de lo que sus fuerzas se lo permitían. Creo que eso le ayudó a partir, sabiendo el inmenso cariño que le sentían tantas personas” precisa su hija Marissa. Andrea, su hija menor lo recuerda como un papá preocupado y sobreprotector. Se hacía tiempo para llevarlas a los juegos infantiles en Canadá o ayudarlas en las tareas cuando ya eran estudiantes del ciclo básico en Chile. Las dejó decidir por sí mismas qué carrera seguir y Marissa se tituló de psicóloga, mientras Andrea fue médico veterinaria. Ambas nacieron en Canadá, luego que la dictadura militar chilena lo enviara al exilio en 1973, obligándolo a salir del país junto a su esposa. Al respecto, su colega y gran amigo desde sus años de estudiante de medicina, Dr. Alfredo Pemjean, relata que, tras el golpe militar de 1973, Alberto fue detenido en la ciudad de Antofagasta, al norte de Chile, donde ambos trabajaban en un proyecto de apoyo médico en salud mental a la comunidad. Fue sacado de su casa y encarcelado por un período de alrededor de tres meses. Luego, fue relegado a Traiguén y más tarde a Chillán, ambas localidades al sur del país. Alfredo Pemjean destaca el temple de Alberto para adaptarse positivamente a esa dura realidad. A modo de combatir el tedio, solicitó pelotas de tenis para hacer ejercicios haciéndolas rebotar en las paredes de la celda, y también muy pronto tenía grupos de gendarmes y de prisioneros en reuniones sobre el reconocimiento Capítulo I - Alberto

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