Alberto Minoletti: el vuelo de un grande
105 Alberto Minoletti | El vuelo de un grande academia en la formación de actores sociales a nivel de la red de salud mental con condiciones y experticias para construir caminos de desarrollo en salud mental comunitaria. Todo esto ha sido favorecido con el concurso de la academia, específicamente en nuestro caso, desde la Escuela de Salud Pública, que con este diplomado (y hoy con muchas otras líneas formativas de posgrado en esa misma dirección, incluyendo el Magíster en Salud Mental Comunitaria, que ya va en su segunda versión) ya ha formado a más de 1.200 profesionales que se han titulado con esta mirada y perspectiva de salud mental comunitaria; tenemos egresados desde Arica hasta Magallanes. El liderazgo de Alberto en los últimos años y el aporte de Rafael Sepúlveda como coordinador del diploma desde sus inicios han sido garantes de una experiencia que hoy trasciende el ámbito nacional. ¿Cuál es la contribución del Dr. Minoletti en la formación académica en psiquiatría comunitaria? La formación docente tuvo su origen en los incontables talleres, jornada y seminarios que convocóMinoletti en distintos espacios de la red de saludmental a partir de los años noventa. Esos encuentros fueron de muy elevado nivel, con invitados internacionales, donde siempre estuvimos problematizando el estado del arte en los temas de salud mental comunitaria. Así fue como, con una velocidad vertiginosa, se acumuló una riqueza de conocimientos y un colectivo humano pensante desde las propias praxis, que permitieron elaborar nuevos planteamientos teóricos, nuevas propuestas, nuevas metodologías de trabajo. Eso ha sido un espiral en desarrollo constante y fue el punto de arranque de lo que vino a ser después el salto a la academia. Allí nos encontramos de nuevo con Rubén Alvarado y Rafael Sepúlveda, ahora enriquecidos con la presencia de profesionales jóvenes con excelente nivel académico y humano, lo que nos alegra mucho en el sentido que se intenta abrir paso a las nuevas generaciones de académicos, preocupación muy constante también de Alberto. Capítulo IV - Carlos Madariaga Araya
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