Modelo educativo de la Universidad de Chile - 2021

24 un trato idéntico a hombres y mujeres, sino que deben tomarse en cuenta las diferencias culturales, sociales y biológicas que han derivado en su subordinación. Otro de los referentes internacionales que fundamentan la voluntad institucional de avanzar en su transformación hacia un espacio educativo cada vez más inclusivo, equitativo, diverso y libre de todo tipo de discriminación, son Los Principios de Yogyakarta: Principios sobre la aplicación de la legislación internacional de Derechos Humanos con relación a la orientación sexual y la identidad de género (2007), que, entre sus ideas fundamentales, establecen lo siguiente: “Todas las personas tienen derecho al disfrute de todos los derechos humanos, sin discriminación por motivos de orientación sexual o identidad de género (…) La discriminación por motivos de orientación sexual o identidad de género incluye toda distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en la orientación sexual o la identidad de género que tenga por objeto o por resultado la anulación o el menoscabo de la igualdad ante la ley o de la igual protección por parte de la ley, o del reconocimiento, o goce o ejercicio, en igualdad de condiciones, de los derechos humanos y las libertades fundamentales.” (pp. 10-11) Tomar en cuenta estas premisas fundamentales, supone asumir el desafío institucional de avanzar hacia la superación del sexismo presente en la educación. El sexismo en la educación refiere, precisamente, a una forma de discriminación en función del sexo, expresada en ideologías y prácticas educativas que suponen una sobrevaloración política y social de los roles y posiciones sociales masculinas. Opera a través de un entramado de simbolismos y expectativas que se expresan en prácticas, normas y valores implícitos en los planes y programas institucionales y en las construcciones, valoraciones, significados, representaciones y creencias que estructuran las relaciones entre hombres, mujeres y disidencias sexuales (Lovering y Sierra, 1998; Guerrero et. al, 2006). También se hace presente en los modos en que las instituciones de educación y el sistema científico fundan un conocimiento que considera lo masculino como universal, que producen y reproducen un orden de

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=