Arqueología de la región atacameña
92 RICARDO E. LATCHAM 80 cm. de grueso, ajustados perfectamente unos a otros. La parte superior de las piedras está ahuecada en forma de cana- leta de más o menos 50 cm. de ancho por 20 cm. de profun- didad. Por toda la llanura frente a la ciudad existen, de ,inca en cinco metros, canaletas de riego, que, partiendo de la acequia repartidora, atraviesan la llanura en línea recta . Estas cana- letas son formadas de gruesas lajas, bien unidas y ahuecadas en la supe;ficie como el acueducto. Las melgas o canchones t ienen la misma anchura que las habitaciones que dan frente a ell as y cada una tiene su canaleta. La ciudad, como hemos dicho, fué circundada por un muro que en parte servía como defensa y en parte como protección para impedir caídas por los barrancos. Por dos lados era recto, pero en los otros presentaba algunas curvas y ángu los por seguir los con torI)Os de los r iscos. Actualmen te está caído en gran parte y en otra fué removido para utilizar las piedra¡¡, como hemos mencionado . Ll ama la atención el g ran número de morteros y metates que se hallan en las ruinas. En cada habitación se encuentran dos, tres o cuatro, pero todos quebrados o perforados por el uso en el fonrlo . No hallamos ninguno entero o en estado de servirse de él, lo que da a suponer que los posteriores habitan- tes del valle hayan llevado todos los que estaban en buen es- tado. Son generalmente de gran tamaño y hechos de una piedra volcánica negra, dura y áspera. Además de los verda- deros morteros de, percusión, hay muchos metates en los cua- les se molía o se repasaba por fricción . Es evidente, por el gran número de corontas de maíz que óe encuentran en las ruinas, que dichos morteros y metates se usaban principal- mente para moler ese cereal. Dispersos por las habitaciones y los contornos hallamos innumerables fragmentos de alfarería ord inaria, roja y negra, pero no encontramos indicios de cerámica decorada. Las sepulturas habían sido totalmente saqueadas y no halla- mos en ellas más que huesos humanos destrozados, fragmentos de ollas y platos de greda y corontas de maíz. Ni una tela, ni un artefacto; el saqueo había sido completo, así es que no fué posible fijar con seguridad la época precisa de estas ruinas, aunque, a juzgar por los restos de alfarería, parecen haber pertenecido a l período chincha - atacameño y en todo caso preincaicas . Otras ru.inas que pudimos visitar fueron las de Turi, a unos cuarenta kilómetros en línea recta al noreste de Lasana. Son de mayor extensión que las del último lugar y situadas en tres
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