Arqueología de la región atacameña

62 RICARDO E. LATCHAM ción y de contacto con la civilización moderna. Existen to- davía varias de estos mausoleos subterráneos de familia, igua- les a los ya descritos. En el fondo de la caverna excavadas e coloca en vez de la galería levantada, un a gran mesa redonda de tablones, que ocupa todo el espacio. Según nuestros in- forman tes, cuando un miembro de la parentela se halla en estado agonizante y no hay esperanza de salva rl e, le ll evan a la sepultura y le sientan en la mesa, apoyado en la pared acon- dicionado con frazadas y ponchos para que no se caiga. So- bre la mesa, delante del moribundo, se colocan comidas y be- b idas, ropas, joyas y los objetos de uso personal del enfermo. Se reunen los deudos y con llantos, bailes y cantos le ayudan a «bien morir>, acontecimiento que en semejantes condicio- nes no debe demorar mucho . Constatada la muerte, acomo- dan el cadáver en posición sentada, con la barba descansando en las rodillas y los brazos alrededor de las canillas. En esta postura lo envuelven en mantas sujetas con cordeles de lana y lo dejan sentado en la mesa rodeado de las ofrendas. La entrada a la sepultura la dejan cerrada con ramas, tierra y piedras. Al aniversario de la defunción. que ll aman el «cabo de año>, se vuelve a abrir la sepultura para renovar las ofrendas y este rito lo efectúan con nuevos llantos, bailes y cantos . Cuando se enferma de muerte otro miembro de la familia se repiten estas ceremonias, sentando el moribundo a l lado del cadáver primerD y así sucesivamente hasta que se llena la mesa . En San Pedro de Atacama, rigen costumbres parecidas, algo modificadas, pero que en el fondo demuestran el mismo estado de paganismo. Los indios de los aillos, casi de pura sangre, son nominalmente cristianos y sepul tan sus muertos según los ritos de la iglesia católica . Pero, el día siguiente, sacan el cadáver nuevamen te y hacen n UE'VOS ri tos a la usanza· de sus antepasados. Estos son casi idénticos a los ob¡;erva- dos en ('hiu - Chiu, sólo, en vez de efectuarse en la sepultura, se hacen en la morada del difunto. Sienten el cadáver en una mesa redonda, rodeado de co- mestibles y bebidas traídos por los asisten tes como ofrendas . Desde la mañana hasta la noche, lloran, cantan y bailan, la- mentando al muerto. A la oración, suponiendo que el difunto ya no quiere comer o beber más, los que ayudan al duelo se banquetean con las ofrendas en son de fiesta, I::t que dura una noche, dos o tres, según la cantidad de viandas y sobre todo de licores, dando t érmino al duelo, solamente cuando no queda

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