Arqueología de la región atacameña

Rl<;ARDO E. LATCHAM con idéntico motivo. Fué hallada en Elqui. Menciona otra igual en poder dél P. Martín Gusinde, encbntrada en' CopiapÓ. Una tercera casi igual existe en el Museo del Seminario de La Serena. Esta fué dibujada por nosotros y publicada en .Alfa- rería Indígena., pág. 165, Fig. 2. Proviene de Viouña (Elqui) .. Serpientes de dos cabezas de otras forma s las hemos presen- lado l'n la misma obra: Pág. 77, Figs. 22, 24 Y 25, Y pág. 164, Fig. 1. Todas estas son de la reg'ión diaguita chilena. Son ' muy comunes en la alfarería argentina del esti.lo santamariano. (Véase Fig. 31, . Alfarería draconiana . de Eric Boman y Héctor Greslebin, Buenos Aires, 1923.) Debemos suponer entonces que el hallazgo esporádico de este elemenTo decorativo en el arte atacameño se debe a influencias chinchas obrando a tra- vés del arte diaguita. Metraux (1), recalca la similitud de la decoración de las calabazas chiriguanas actuales con las d€'I noroeste argentino y hace una serie de comparaciones para demostrar la igualdad de los motivos usados en ambos casos. En las calabazas como en la metalurgia se nota la mezcla de las dos culturas durante la époc'l de las influencias chinchas y parece fuera de duda que las grandes semejanzas que se en- cuentran en una y otra de estas culturas se deben a que el arte y la industria chinchas introouj eron el mismo estilo y la misma t écnica en las dos regiones, porque en las épocas anteriores no las hallamos Las decoraciones de las calabazas casi siempre van en fajas al contorno del borde superior, a veces una, a menudo dos o más. Las fajas decoradas varían en anchura, algunas son angostas, otras más anchas, pero cuando hay dos o más fajas en un ejemplar, no siempre son de la misma anchura. En todo caso, el fondo de la calabaza queda libre de dibujos, pero este campo libre puede ser solamente en la punta o bien exten- derse hasta la mitad. El artículo del Dr. Oyarzún trata especialmente de la cues- tión antes tan discutida, de la existencia en América de la cala- baza en tiempos prehispánicos y de la rehabilitación del Abate Molina en cuanto a la inclusión de esta planta entre las culti- vadas por los indígenas de Chile an tes de la llegada de los es- pañoles. Hoy, nadie pone en duda este hecho. Tanto en el Ferú, como en Chile, se han encontrado por centenares las calaba- zas en las antiguas tumbas preincaicas y en cuanto al norte de Chile, se puede decir con absoluta certidumbre que esta cucur- (1) E'udes sur lu c:iviUz(Jcio1; des Indiens Chirigll,attos. Ob. cit. pp. 42e - 9.

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