Arqueología de la región atacameña

ARQUEOLOGÍA DE LA REGIÓN ATACAMEÑA 169 lante comunes en la región diaguita, pero raras veces se hallan allí en buen estado de conservación. Uno de los primeros en hablar de las calabazas atacame- ñas (1) llamándolas ya calabazas, ya mates, fué Lehmann- Nitsche, en su Cat6logo de Antigüedades en 1902. Mencio- na diez y ocho, de los dos tipos, algunas en forma de botello- nes, otras semi - esféricas, ya lisas ya decoradas y en las dife- ren tes láminas de su trabajo reprolluce la mayor parte de ellas yen algunas de las figuras del texto señala los dibujos con que algunas están decoradas. Todas éstas fueron halladas en los antiguos cementerios de la Puna de Jujuy. El año antes, Ambrosetti, en su Datos Arqueol6gicos sobre la ProlJincia de Jujuy dió a conocer algunas de estas mismas calabazas, cuyo número se aumentó en el trabajo de Leh 'lann- Nitsche. En 1908, Ambrosetti, en su Exploraciones en La Paya vuelve a tratar de los mates y habla de los que halló en esa ciudad prehistórica, describe algunas y presenta dibujos de tres de los más interesantes . Dice: «Frecuente es hallar en los sepul- cros, mates de todo tamaño y forma que seguramente han prestado, como prestan aun grandes servicios sobre todo a las mujeres para todos sus pequeños quehaceres domésticos . •Una de las formas más comunes de uso es el de recipiente para guardar semillas y otras menudencias y para esto. no han hecho más que extraer al fruto entero una pequeña porción para limpiarlo y poder introducir por él los objetos. -Otra forma común es la de partirlo en dos en sentido ver- tical para tener así un par de cucharas o tazas, con esto es que generalmente recogen el agua y llenan todavía las gentes de allí , los cántaros en los manantiales o arroyos . • En las tumbas muchas veces hemos encontrado ambas formas, dentro de cestos de paja, pero casi siempre muy des- truídos así como también su contenido . • Lo que hay que observar, sin embargo, es que muchos res- tos nos han revelado que con relativa abundancia ' se preocu- paban de ornamentarlos a fuego, con dibujos ya simples o muchas veces complicadísimos y no sin cierta elegancia, em- pleando así en esos tiempos remotos el moderno procedimiento del pirograbado. > (Págs. 522 - 3). Boman (2), hablando de la Puna de Jujuy, dice : «Todas las grutas ofrecen calabazas cortadas por la mitad que han O) En 1889. STUBEL, R EISS y l:HL r.: . (Kullur und industrie sudamerika- nisdlt!r V"'lker) reproducen una calabaza decorada hallada ('n Arica. (2) A 1l1i<¡lIités Ob. cit. p. OO.

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=