Cien propuestas para el país que queremos: diálogos al alero de la Universidad de Chile
59 desarrollo Existen muy buenas referencias al respecto en países como Es- tados Unidos, Alemania, Japón, Suiza, Australia y muchos otros, donde esta integración ha generado mucho valor. Por lo tanto, se podría generar una instancia de deliberación con expertos de algu- no de estos países para analizar cómo implementar una conexión efectiva entre quienes generan conocimiento y quienes lo aplican. 3. Impulso de la investigación y de la innovación en un trabajo conjunto en torno a objetivos específicos entre universidades, em- presas y Estado. Tanto la pandemia como el estallido social revelaron la urgencia de contar con investigación de punta, coherente con una estrategia de desarrollo integral y sostenible. Chile requiere más investigación para generar conocimiento en múltiples áreas, que incluyen, entre otras, el desarrollo de nuevas fuentes de energía limpia y de tecno- logías que nos hagan menos dependientes de la exportación de ma- terias primas. Tenemos que impulsar estudios para generar nuevos recursos hídricos; de lo contrario, los que existen serán cada vez más escasos debido al cambio climático, con el consiguiente efecto negativo en la agricultura. También necesitamos generar conoci- miento en salud para enfrentar problemas que afectan principal- mente a los sectores más vulnerables de nuestra sociedad, como la epidemia de obesidad infantil y juvenil y el aumento de una pobla- ción que envejece al ritmo de un país desarrollado y sin acceso a una salud de calidad. Junto con esto, necesitamos los conocimientos de las ciencias sociales, las artes y las humanidades para abordar los aspectos so- ciales, culturales y políticos del desarrollo, algunos tan importantes como la cohesión social y la participación democrática. Es preciso elaborar un plan coherente y con visión de futuro que promueva el fortalecimiento de las ciencias y otras formas de conocimiento, como la investigación en humanidades y en artes. Este plan debiera contemplar el aumento en el número de investigadores: los países de la OCDE tienen, en promedio, ocho veces más investigadores
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