Cien propuestas para el país que queremos: diálogos al alero de la Universidad de Chile

168 cien propuestas para el país que queremos mental se fue instalando fuertemente en la sociedad, en su lengua- je, sus aspiraciones y su cultura. Por décadas, en un proceso progre- sivo y fuertemente determinado por el modelo de desarrollo, como sociedad fuimos relativizando —acaso desestimando— el ethos de la educación, es decir, el ser un valor de la sociedad y de los indi- viduos que habilita y promueve el desarrollo armónico, inclusivo y democrático de proyectos individuales y colectivos. El acceso a la educación superior universitaria y a la formación de profesionales es uno de los propósitos posibles y deseables del proceso educativo, tanto para el Estado como para las familias. Sin embargo, y pese a no ser los únicos, durante las últimas cuatro dé- cadas la discusión ciudadana y política sobre educación se mono- polizó en torno a estos temas, como consecuencia de una sociedad fuertemente marcada por el exitismo. Esto fue acompañado por la instalación de dos conceptos ajenos a la esencia de la educación y sus procesos, o al menos en la forma en cómo se han interpretado y aplicado: se ha puesto como centro del paradigma político e institucional a la calidad y la meritocracia . Estas ideas han jugado un rol gravitante en la justificación cultural de la progresiva mercantilización, de base subsidiaria, en la pro- visión de educación formal en todos los niveles, consiguiendo su ulterior legitimación social. El discurso construido sobre estos pre- ceptos ha normalizado —bajo un principio de aparente justicia— el que no se reconozca —e incluso castigue— el hecho de que estu- diantes e instituciones estén en diferentes condiciones materiales, sociales y culturales, haciendo difícil que el sistema despliegue es- fuerzos diferenciados e impidiendo que sea en la educación donde se potencien las capacidades e igualen las oportunidades. Este modelo de hacer educación fue articulado y administra- do por una institucionalidad carente de espíritu público, caracteri- zada por la excesiva estandarización de los procesos formativos y una extrema rigidez curricular en los diferentes niveles. Esto (de) generó en el diseño de políticas e instrumentos de asignación de

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