Juventudes en Chile: miradas de jóvenes que investigan [volumen 2]

292 – juventudes en Chile: miradas de jóvenes que investigan. volumen 2 2. Condicionantes para la participación juvenil estudiantil 2.1 Ordenamiento y uso del espacio en el liceo Foucault (1990) da cuenta de cómo las instituciones disciplinarias ejercen poder sobre los cuerpos de los individuos, el cual es minucioso y no ignora ningún detalle para generar sujetos dóciles y útiles. Ante esto, hago referencia al arte de las distribuciones, pues la disciplina “procede ante todo a la distribución de los individuos en el espacio” (Foucault, 1990: 130). Para ello, el poder disciplinario emplea varias técnicas, tales como la clausura, control de los movimientos, regla de emplazamientos funcionales, entre otros elementos. A su vez, considero necesario observar el espacio como una forma donde los sujetos se apropian del espacio, es decir, “la generación de los vínculos con los “lugares”, lo que facilita comportamientos ecológicamente responsables y la implicación y la participación en el propio entorno” (Vidal y Pol, 2005: 284). Con las nociones expuestas, profundizo en la dimensión simbólica del espacio, el cual alude “a la percepción de los espacios, donde el significado puede derivar de las características físico-estructurales, de la funcionalidad ligada a las prácticas sociales que en estos se desarrollan o de las interacciones simbólicas entre los sujetos que ocupan dicho espacio (Vidal y Pol, 2005: 286). Estas aproximaciones teóricas permiten comprender el espacio del liceo bajo una óptica crítica, donde la institución escolar intenciona ciertas distribuciones y usos, pero en tensión de ello, da cuenta de que los sujetos van dotando de signi- ficado su ocupación a través de sentidos de pertenencia o simbolismos culturales que se van continuamente desarrollando, permitiendo el ejercicio de diversas prácticas de participación. Distribución y control del espacio A partir de las observaciones realizadas, la primera delimitación espacial se pro- duce cuando queda definido el territorio de la institución escolar, demarcando su cierre perimetral con muros y rejas que dan cuenta de un afuera y adentro, es decir, se fijan los diversos protocolos de acceso/salida para cada actor pertene- ciente a la comunidad educativa, y con ello, se restringe el ingreso para quienes son considerados como agentes externos. Generalmente, por medio de oficinas o casetas (inspectorías o recepción), personas adultas son las encargadas de rea- lizar la supervisión permanente, prevaleciendo un control intensificado hacia estudiantes y apoderados (sujetos externos). En el interior de los establecimientos existen coincidencias en cuanto a cómo configuran su infraestructura y las materialidades con las que confieren a

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