Juventudes en Chile: miradas de jóvenes que investigan [volumen 2]

¿Cómo enseñar cuando los y las estudiantes no están? – 281 visión fomenta su exclusión y marginación, promoviendo la desafección en la enseñanza y aprendizaje, y así también contribuyendo en el absentismo escolar. La participación resignifica las relaciones de poder, y con ello también la apertura a la posibilidad de establecer diálogo de saberes como una forma de re- conocimiento y legitimación social de los y las estudiantes como sujetos válidos: [El diálogo] no representa un simple intercambio de ideas para ser asimiladas por los estudiantes sino que constituye un encuentro genuino entre subjetivi- dades que permite cambiar la relación profesor-estudiante: desde ser directivo y frontal para convertirse en una relación que potencia el poder generativo del lenguaje y re-descubre el valor del diálogo intersubjetivo, como prácticas críticas para el entendimiento muto y convivencia. (Prieto, 2005: 35) Un modo de participación es generar las condiciones para establecer prác- ticas dialógicas. El diálogo reconoce al estudiante como sujeto poseedor de un conocimiento propio, que es valorado en el aula y puede conversar con otro tipo de saberes. La participación también resignifica la relación didáctica profesor/a-estu- diante-contenido y considera al/la estudiante como principal agente de sus pro- cesos de enseñanza y aprendizaje. Por esta razón, cuando hablamos de fomentar la participación en el desarrollo de una clase, no se puede limitar a la realiza- ción de las actividades propuestas por el/la profesor/a, ya que se reduce como el cumplimiento de una acción ya propuesta, pero no necesariamente es un agente activo. Hemos de construir espacios de discusión y deliberación, donde los y las estudiantes tengan la capacidad de decidir dentro de su proceso formativo: “Los procesos escolares pueden ser más constructivos si se generan relaciones simétri- cas, basadas en el diálogo y la comunicación con ellos” (Prieto, 2005: 28). Este enfoque necesita un cambio en el paradigma y modo de comprender a los y las estudiantes dentro de la institución escolar, ya que se requiere reformu- lar las prioridades y ordenamientos convencionales jerárquicos y posicionar al estudiante-joven en el centro de la organización escolar. Esto no es sinónimo de dejar todo al azar, por el contrario, se establecen roles y responsabilidades, pero que son acordadas en conjunto. Junto con ello, también implica un nuevo enten- dimiento ideológico de los procesos formativos, ya que plantea una modalidad formativa que reconoce la experiencia misma como parte del proceso de apren- dizaje. De este modo, si nos proponemos como objetivo construir un sistema educativo más igualitario, que promueva la formación de ciudadanos con valores democráticos, la mejor forma de realizarlo es poniendo en práctica aquello que

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