Juventudes en Chile: miradas de jóvenes que investigan [volumen 2]
Algunos materiales para observar relaciones generacionales en el Chile neoliberal – 257 en clave de emociones o sensaciones, que produce en el cuerpo juvenil la “presión social”: fuerzas de distintos tonos, algunas reproducidas sobre las intenciones de los y las jóvenes, otras observadas como un llamado de presión hacia uno-mismo. En cuanto a las acciones, ubico dos expectativas generales, una trama ligada a la inminente salida de la educación media, y la otra vinculada a esferas sociales diferentes a la académica. En términos concretos, circula la idea de que a) los y las jóvenes estudien la carrera de interés por la que se han esforzado en su etapa de estudiantes secundarios. Aparejada a la anterior, ubico la idea de que b) los y las jóvenes desplieguen en acción lo que a ellos/as mismos/as les parezca atractivo. Por esto último me refiero a que, dada la plataforma de seguridad y bienestar que entrega la familia (la gestión de los capitales), existe la posibilidad (si hay interés de por medio) de que los y las descendientes desplieguen sus potencialidades no necesariamente en la educación terciaria: “nosotros estamos más libres”. Siguiendo a Bourdieu (1995; 2007), su ubicación diferenciada en el espacio social comporta —con respecto a familias en posiciones menos favorecidas o empobrecidas— líneas de fuerzas o disposiciones que favorecen una adecuada distribución y estructuración de capitales; entiéndase bonanza económica (pro- piedades, dinero, por ejemplo) y accesos a determinados campos (a colegios privados, por ejemplo). Este dinamismo permite sumar otra dimensión; dada su impronta existe una posición y disposición por parte de este cuerpo social a agenciar hábitos de distinción; es decir, las familias, en potencia, permiten y proveen herramientas sociales y económicas a sus descendientes para que estos emprendan acciones que no necesariamente tienen que ver con la consecución de determinadas credenciales educacionales de valoraciones social; dichos des- pliegues, y a diferencia de lo que ocurre en otros estratos no favorecidos (ver Duarte, Aniñir y Garcés, 2017), se encuentran dotados de legitimidad social en el mundo adulto; no son acciones de antemano erradas o pérfidas, aunque sí despiertan sospechas. En efecto, de ahí es posible vislumbrar que las familias de colegios privados acepten viajes de sus pupilos/as, estudios artísticos informales o no acreditados, o cualquier otra actividad sentida por la población del mundo adulto como “al- ternativa” y que supone interés en las mentalidades de los mundos juveniles. Sin embargo, su legitimidad puede quedar suspendida al momento que se agencia, aparejada a las acciones juveniles, la posibilidad de la sospecha familiar, o el te- mor que se vehiculiza si no se proyectan estudios superiores. Hablo de sospecha, pues en ciertos grupos familiares la posibilidad real de no estudiar puede producir la sensación de fracaso o malestar, la cual afecta a sus descendientes y sus despliegues en este momento de paso :
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