Juventudes en Chile: miradas de jóvenes que investigan [volumen 2]

216 – juventudes en Chile: miradas de jóvenes que investigan. volumen 2 ran al mismo tiempo. Guasch (2006), al respecto, señala que la masculinidad es una forma de género y que el género es estructura social, es decir, remite a una forma universal de organización de la sociedad. En el cruce con la edad y las rela- ciones que se producen en torno a este eje, tanto el género como la edad son ejes universales de estratificación social que regula roles y el acceso y distribución de recursos. Es decir, es imposible analizar, investigar e intervenir la conflictividad del liceo, sus dinámicas, discursos, prácticas, entre otras posibilidades, sin reco- nocer que las resistencias y posibilidades transformadoras que se dan en las co- munidades educativas expresan los tiempos que vive una sociedad determinada. Es lo que podría referirse como relación entre currículo e ideología: Los sistemas y, por tanto, las instituciones educativas guardan siempre una rela- ción estrecha con otras esferas de la sociedad. Lo que en cada una de ellas sucede repercute, con mayor o menor intensidad, en las demás. De ahí que, a la hora de reflexionar sobre la política educativa, sobre las instituciones escolares y los currículos que planifican y desarrollan, sea necesario contemplarlos desde ópti- cas que van más allá de lo estrechos límites de las aulas. La política educativa no puede ser comprendida de manera aislada, descontextualizada del marco socio- histórico concreto en el que cobra auténtico significado. (Torres, 1998: 13) Con estas consideraciones, las preguntas por cómo los jóvenes se constitu- yen como tales, y por cómo las masculinidades se ubican en la sociedad, son del todo relevantes. Olavarría (2017) señala que los procesos macrosociales con- figuran cuerpos poderosos para las masculinidades desde la hegemonía de las relaciones genéricas. En este orden, los cuerpos de las mujeres son definidos como pasivos, contrapuestos a los varones, activos e incontrolables (bajo lógi- ca de la disciplina escolar). Esta distinción de sexos plantea una dicotomía de intereses que refuerza la construcción de cuerpos heteronormados y poderosos para someterse y someter a otros varones. Olavarría señala que a los varones se les dice un discurso social en el cual la heterosexualidad es lo normal, lo sano y lo deseable. Límite que no se puede traspasar sin ser objeto vigilancia masculina y sanción social. Las subjetividades que se construyen en el liceo refuerzan estos planteamientos: Los hombres participan más en todo que las mujeres, porque como que tienen más resistencia, las mujeres son como más débiles. ( José, primero medio) El liceo colabora activamente en la reproducción del orden patriarcal de la

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