Juventudes en Chile: miradas de jóvenes que investigan [volumen 2]

214 – juventudes en Chile: miradas de jóvenes que investigan. volumen 2 culinos. Por otra parte, la misma escena muestra la escisión de la convivencia en el aula, el sexismo y sus efectos pedagógicos (Azúa, 2016). Las mujeres responden los ejercicios, participan en clases, los varones no toman atención, acosan y disfru- tan de la impunidad reglamentaria del mundo adulto femenino docente. Tam- bién permite observar relaciones generacionales, ya que la profesora en práctica no es considerada a la hora de resolver el conflicto que se presenta en clase. Tiende a desaparecer de escena, ya que la profesora titular —mayor— es quien porta el poder y la autoridad para comunicarse con los varones jóvenes del liceo. La ma- yoridad se constituye como capital para regular los encuentros generacionales. Tal como se ha señalado, el proceso homosocialización patriarcal tiene pre- tensiones universalistas (Madrigal, 2007), sin embargo, ningún varón ni mas- culinidad calzan con todas sus exigencias. Estas fisuras del modelo reportan interesantes posibilidades para pensar los encuentros masculinos desde la incor- poración de la diferencia en sus filas, problematizando las violencias sociales que entrena y el tipo de relaciones que construye. Existe un deseo, articulado débil- mente de un proceso de socialización libre de violencia masculina, equitativo: Si uno hace una actividad distinta a lo que están haciendo las mujeres y no lo pueden hacer, así como flexiones y cualquier cosa así. No porque en el fútbol igual, si usted quiere jugar con las mujeres, igual puede jugar con ellas po’. Por- que no hay que ser tan bruto, sí. Porque igual tiene que compartir con ellas. Sí, porque igual el fútbol, hay algunas veces que hay mujeres que les gusta y a otras no, pero, si les gusta a las mujeres, igual hay que, como, así, ayudarlas a que jue- guen y que aprendan po’. ( José, primero medio) Las masculinidades sobrevivientes al orden de género, entendidas como po- siciones políticas, no como lugares fijos que los varones habitan en todo mo- mento, más bien como posicionamientos que se abren lugar en las relaciones sociales que se dan en torno a las identidades masculinas, anuncian posibilidades pedagógicas para desarrollar un currículo crítico que transforme las situacio- nes de inequidad en aprendizajes liberadores para los varones, sus compañeras y compañeros, docentes y comunidad educativa en general. Tal como lo señala Apple (1987), se requiere aprender que los medios, las normas y los valores de los estudiantes, profesores y otros actores escolares, actúan en directa relación con las tensiones entre economía, política y cultura: “Que los agentes sociales no son portadores pasivos de ideología, sino receptores activos que reproducen las estructuras existentes sólo a través de la lucha, la respuesta y la intervención parcial en estas estructuras” (Apple, 1987: 112).

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