Juventudes en Chile: miradas de jóvenes que investigan [volumen 2]
212 – juventudes en Chile: miradas de jóvenes que investigan. volumen 2 no, Gallardo (2004) lo nombra como empobrecimiento, el cual hace referencia a la producción social de asimetrías en las relaciones sociales. El proceso de empo- brecimiento produce sujetos empobrecidos, quienes son resultado de formas de trato en clave de dominación, es decir, es un fenómeno estructural, permanente y desigual en el ejercicio del poder. El empobrecido es alguien a quien se le niegan las condiciones para que se autoconstituya como sujeto. Bajo este esquema com- prensivo, tanto las mujeres jóvenes como los varones podrían ser vistos como tal, unos como dominadores y otros como dominados, sin embargo, comparten el hecho de que su encuentro social está cruzado por lógicas que merman sus crecimientos personales, colectivos y de las instituciones de las cuales son parte. Toda relación social de género es al mismo tiempo una relación generacio- nal, por ende, es imposible comprender los aprendizajes de género que se forjan en torno a los cuerpos masculinos en el liceo, como un asunto que no hable de lo adulto como universal en las relaciones generacionales. Duarte (2016), al respec- to, señala la existencia de un sistema de jerarquías que relegan a todos los sujetos considerados menores a actuar sobre la base de los modelos de los adultos, invisi- bilizando la expresión de conflictos sociales en torno al ser adulto, el cual es pre- sentado como lugar ideal de llegada para los mundos juveniles. Lo anterior, desde una consideración crítica del currículo escolar, establece que una de las fuentes de aprendizaje de las identidades de género se encuentra en la observación de las relaciones del mundo adulto en el liceo, es decir, en el caso de las masculinida- des, los varones adultos, al ser la tierra prometida de la masculinidad, anuncian a los varones jóvenes —incompletos e inmaduros— lo que podrían llegar a ser si cumplen los mandatos adultocéntricos. Ortega (2012) señala que la estructu- ra jerárquica del sistema escolar constituye un contexto apropiado para que el mundo adulto de la escuela y liceo discipline y moldee a las nuevas generaciones de estudiantes. Este proceso es constante, sistemático, presenta tensiones, opera en la rutina cotidiana de cada clase, acto cívico, formación, control de asistencia, entre muchas otras acciones escolares. Es decir, las relaciones adultocéntricas se potencian con la estructura piramidal del liceo, fomentando sus privilegios. Por otra parte, es imposible pensar la producción, reproducción y manten- ción de estas asimetrías de género en liceo, sin hacer los respectivos cruces del análisis. A nivel individual, el orden asimétrico de género es incorporado a través de la internalización de las identidades genéricas, ya sea femenina o masculina; a nivel institucional, el género se estructura inequitativamente mediante la orga- nización sexista del espacio escolar (Álvarez, 2016). Quizás el punto de fuga que se pueda esbozar, tal como lo señala Connell (2001), es que las masculinidades y femineidades se construyen activamente, no son un objeto que se entrega, por
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