Juventudes en Chile: miradas de jóvenes que investigan [volumen 2]
Hacerse varón en liceos municipales – 211 aprendizaje de ciertos valores, actitudes, disposiciones, habilidades corporales de la sociedad dominante, los cuales se presentan como neutrales y al margen de estas discusiones (Tejeda, 2008). Segato (2016) nos dirá que estamos frente al despliegue de la pedagogía de la crueldad, en la cual reconoce una función expropiadora, a través de la repetición de actos de violencia material y simbólica, que operan en total impunidad institucional. Bourdieu (2000) pone énfasis en la fuerza del orden masculino frente al hecho de prescindir de cualquier justifi- cación, la visión androcéntrica es la visión del orden de las cosas y las relaciones. La cancha es un espacio masculino que le pertenece a un cierto tipo de varones, ya que su poder simbólico ratifica la división sexual del trabajo y la distribución estricta de actividades por sexo. El espacio en disputa en el liceo condensa este conjunto de observaciones. El orden hegemónico de la sociedad y del liceo requiere de unos sujetos con- cretos que lo recreen, a través del sustento de ciertas lógicas, clave que permite comprender las chances de entradas y salidas que los varones pueden desplegar en el ejercicio de las masculinidades. Es decir, en ciertas circunstancias pueden ser opresores y en otras, ser oprimidos. Este mecanismo de sostenibilidad se denomina complicidad masculina, el cual actúa en clave de dominación, refor- zando las enseñanzas que el proceso de homosocialización patriarcal desarrolla para mantener los privilegios masculinos. Fugellie (2016) remite a los trabajos de Kaufman y Duarte para señalar que, en los procesos de construcción de mas- culinidades, es fundamental incorporar los ejes analíticos relacionales que los varones despliegan consigo mismo, en relación con las mujeres y con otros va- rones, además del contexto social del cual son parte. En este caso, la experiencia observada permite dar cuenta de al menos tres de estos planos. Primero, la rela- ción con las mujeres desde la imposición de la voluntad masculina, el despojo de ciertos espacios y mensaje de inferioridad hacia la práctica deportiva; dos, la relación de complicidad masculina dominadora, los varones colaboran para im- poner sus términos en la sociedad (liceo) y hacen alianzas para desprestigiar las prácticas que cuestionan el poder masculino; tres, el medio social, la cancha del liceo es el escenario que permite recrear y comunicar los aprendizajes de género a todos los actores escolares. Los cuerpos poderosos de los varones jóvenes del liceo generan condiciones situacionales, institucionales y estructurales para garantizar el orden social adul- tocéntrico y patriarcal, encuentran en los estereotipos de género herramientas para naturalizar este escenario. Definiciones como varones desordenados, vio- lentos, mujeres pasivas y calmadas, debilitan las chances de las comunidades en la construcción de formas de trato que humanicen su convivencia. A este fenóme-
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