Juventudes en Chile: miradas de jóvenes que investigan [volumen 2]
Hacerse varón en liceos municipales – 209 2. Cuerpos juveniles poderosos El régimen de género heteronormativo funciona como barrera simbólica de la masculinidad. Muestra los márgenes del orden sexual que ha sido construido desde el sistema patriarcal y adultocéntrico. Sin embargo, como normatividad, requiere fortalecer la defensa socioeducativa de su propuesta formativa, por ende, lo cuerpos poderosos emergen como condición de la cuestión sexual para ordenar y producir discursos, prácticas e imaginarios, que permitan dar sosteni- bilidad a la sociedad construida desde este sistema de dominación. Los cuerpos juveniles de los varones del liceo, al ser construidos desde el patriarcado adultocéntrico, posibilitan la demostración del poder de dominio que han ido adquiriendo en la sociedad y en su comunidad educativa, mediante los procesos de socialización escolar y homosocialización genérica. El mundo adulto participa activamente en el conjunto de enseñanzas y aprendizajes que sostienen este orden social, incentivando conductas, valores, naturalizando e in- visibilizando los mecanismos hegemónicos en la construcción de hombría. La norma de este proceso es heterosexual, ya que desde esta posición se ejercen los privilegios masculinos, anulando a varones con menos poder (Bourdieu, 2000). La violencia es el mecanismo de resolución de conflictos válido para este esque- ma, ya que posibilita mostrar en público que se es un varón de verdad, que puede someter a otros mediante el uso del cuerpo (Madrigal, 2009). Este proceso posi- bilita controlar las relaciones sociales de género y generación, ya que el mensaje que se comunica es claro sobre las asimetrías que dominan los encuentros socia- les, por un lado, sobrevaloración de lo masculino y de lo adulto, en desmedro de lo femenino y de todo aquello que se puede feminizar, por otra parte, subvalora- ción de lo considerado menor, lo juvenil. Ambos universales constituyen el polo desde el cual se ordena la sociedad. Al respecto, Segato (2016) plantea que desde el patriarcado aflora el man- dato de la masculinidad hegemónica como primera y permanente pedagogía de expropiación de valor y consiguiente dominación. Su tesis es relevante para com- prender las relaciones género, violencia y masculinidades. Señala que la violencia sexual, aunque se ejecute por medios sexuales, su finalidad no se encuentra aloja- da en lo sexual, más bien responde al orden del poder. Por otra parte, comprende la violencia sexual como una cuestión libidinal que se orienta al poder y mandato de pares o cofradía masculina, que exige una prueba para pertenecer al grupo. El poder expresado en estos términos se exhibe y se consolida a través de la mirada pública:
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